miércoles, 14 de mayo de 2008

Bruta, ciega, sordomuda...

En pocas palabras, enamorada. Así estuve por nueve años. No es que me arrepienta del pasado, de todo se aprende, dicen; pero como partidaria de la autocrítica, debo aceptar que me equivoqué al creer que podía poner las manos al fuego por Adam.

Analizando la situación, ya un poco más calmada, supongo que esta es una lección que tenía que aprender tarde o temprano. De pronto me veo convertida en una advenediza más en el mundo de prosaicas mujeres que afirman que todos los hombres son iguales. Después de años burlándome de ellas, ahora soy una más del grupo. Es una posición patética, un pozo sin fondo al cual Adam me empujó sin el menor reparo. Solo le faltó gritar "THIS IS SPARTAAAA!"

Siempre escuché a mis amigas decir las resobadas frases: "en los hombres no se puede confiar", "no hay hombre bueno", "todos los hombres son infieles", "los hombres son unos peeeerrooooosss"... etc, etc, etc. Cada vez que una de esas líneas llegaba a mis oídos, en mi mente retumbaba la palabra "pobrecita". Y es que en realidad me daba lástima cada mujer despechada que había perdido su fe en el sexo masculino gracias a un mal espécimen que se cruzó por su vida (ja! quien diría...).

Metida yo en mi mundo ideal, jamás pensé que me tocaría pasar por aquello por lo que tantas veces consolé a más de una amiga. Al ver cómo eran lastimadas una y otra vez, insistía en sentirme parte del pequeño círculo de "afortunadas" que habían encontrado al hombre perfecto, leal, enamorado hasta los huesos de nosotras, incapaz de hacernos daño; y durante años mantuve mi posición sobre la existencia de hombres buenos, a pesar de la escasez de los mismos, considerando a Adam como uno de ellos.

Mirando hacia atrás, realmente me sentía como una chica con suerte. Tenía a mi lado al novio soñado, guapo y exitoso, respetuoso, carismático, atento, amante dedicado, comprensivo, fiel en todo sentido, y lo que era mejor, para él yo era la luz de sus ojos. Todo eso pudo ser cierto en algún momento, pero quizás el tiempo nos traicionó y se aburrió de mí, o sus instintos de macho conquistador vencieron todo rastro de amor existente en lo más profundo de lo que yo pensé que era su inderrotable base moral, y su inviolable corazón dedicado hasta ese entonces exclusivamente a mí. Bastó una movidita de pestaña extranjera para que aprovechara la oportunidad de sentirse como brichero por una noche. Y vaya que la aprovechó!

No me arrepiento de haberlo amado, porque incluso mientras me engañaba, me hacía ciegamente feliz el simple hecho de estar con él. Ignorance is a blessing! Mis años al lado de Adam fueron los mejores. Y a pesar de lo sucedido, gracias a él soy quien soy.

El capítulo de Adam se cerrará con el tiempo en el teatro de mi vida, o quizás nunca se cierre, el reloj lo dirá. Por lo pronto, a usar mi singelringen, regalo de la más querida de mis primas, que gastó $69 con tal de hacerme sentir mejor con mi reciente nueva soltería.

Y a seguir luchando contra mi reciente nueva depresión...

1 muestras de empatía:

Anónimo dijo...

hola!! he encontrado tu blog por casualidad no te conozco ni se quien eres pero tu blog me ha yegado al corazón porque a mi me acaba de pasar lo mismo tenia una relación muy especial y el me ha dejado por otra.

Animo un saludo. beatriz