sábado, 26 de abril de 2008

Un aniversario no tan feliz...

El martes 22 fue nuestro noveno aniversario. ¿"Felicidades Lil'Lo y Adam"? No tanto. Les cuento qué es lo que pasó.

El día anterior, entiéndase lunes, Adam estuvo en mi casa solo de pasada. Se tenía que ir a ver a una compañera de trabajo para finiquitar no sé qué pendientes que tenían. ¿Sospechoso? En realidad no, la compañera es una señora casada, con hijo y todo, la conozco, me conoce, vive a cinco casas de mi casa, no hay problema por ahí... en fin, aclarando. Hizo una broma estúpida: por si acaso mañana no me regales nada, no espero ningún regalo (algo así como "si me regalas algo no esperes que te dé un regalo también porque no tengo plata")... ja-ja, je-je... se lo dejé pasar y luego se fue. Cuando dieron las 12, asumí que Adam estaría aún con su colega, así que le mandé un mensaje de texto super amoroso y alusivo a nuestra celebración, esperando que le entraran ganas de llamarme, o mejor aún, salirse de donde estaba para venir a verme y darme el gran beso anhelado. Así lo hizo, a los diez minutos alguien tocó a la puerta y era él, con cara de felicidad y ojos con forma de corazón. Hasta ahí, todo perfecto.

El día martes, terminada mi jornada laboral a eso de las cinco de la tarde, pude al fin coger el celular para llamar a Adam como había estado queriendo hacerlo todo el día. Oh sorpresa! me había dejado un mensaje en mi buzón de voz: te extraño, te amo, soy feliz contigo, he sido feliz estos nueve años, me muero por verte, y muchos más cariñosos etcéteras. Hasta ahí, todo excelente.

Le devolví la llamada, le dije que había oido su mensaje, le dije que lo amaba y de nuevo me dijo que me extrañaba, que ya quería salir del trabajo para verme, que me amaba también, y que en la noche saldríamos y haríamos algo especial. Hasta ahí, todo regio.

Me llamó a las seis y algo de la tarde. Están dando tales y tales películas en el cine, me dijo, cuál quieres ir a ver?... Quiere ir al cine en nuestro aniversario, pensé. Pero si al cine vamos todo el tiempo, es decir, no necesitamos un día especial para ir al cine, podemos ir cualquier día, en fin, tal vez tiene algo planeado. Veamos tal película, me han dicho que es buena, dije. Ok, respondió, me salgo antes del trabajo para poder ir a cenar algo antes. Cena? pensé... ahí está lo especial. Hasta ahí, todo bien.

Llegó a casa media hora antes de que empiece la película. Ni modo, vayamos directamente al cine, ya no hay tiempo de ir a cenar. Subimos al auto y le di ese regalo que había envuelto en papel de rosas con tanto cariño, ese mismo cariño que todas las mujeres le ponemos a todo cuando estamos enamoradas hasta los huesos. El me regaló... nada. Dijo (dijo...) que él también tenía planeado regalarme "algo" (no dijo qué... obvio), pero había hecho el pedido a no sé dónde y aún no llegaba. Llega en un par de días, ni bien lo reciba te lo doy, dijo. Hasta ahí, todo ok.

Llegamos al cine. La cena romántica que yo esperaba se redujo a un pote de popcorn, gaseosas y un hot dog. La película fue un bodrio de aburrida. Yo la había escogido porque ME FASCINAN las historias de terror, pero esta no solo no daba miedo, sino que era estúpida, y terriblemente mal hecha. Por si fuera poco, parecía que todos los bullosos se habían puesto de acuerdo para sentarse a nuestro alrededor. Contrario a cómo la estaba pasando yo, Adam parecía estar disfrutando del mejor momento de su vida. Ofreció irnos, con cara de por favor quedémonos, así que ahí permanecimos hasta que la tortura fílmica acabó (debo aceptar que yo también quería saber quién moría al final, con suerte la protagonista, por idiota). Hasta ahí, todo empezaba a ponerse verde.

Salimos del cine. Yo ya estaba con cara de pocos amigos. Me repetía una y otra vez que me amaba. La verdad yo ya estaba cansada de oirlo y ya no tenía ganas ni de decir "yo también", tomando en cuenta la noche hasta las patas que estábamos pasando... corrección: que YO estaba pasando. Adam tuvo la "brillante idea" de que fuéramos por un helado A LA HELADERÍA A LA QUE VAMOS SIEMPRE!!! Hasta ese entonces nada especial había pasado. No recuerdo qué pedí en la heladería, pero sí recuerdo que apenas lo toqué. Adam notó mi malhumor y preguntó qué pasaba, dije que nada, lo cual no evitó que la expresión en su rostro se pusiera también gris. A esas alturas tenía ganas de irme a casa. Me consolaba pensando que tal vez todo era un truco, una trampa, pasarla comúnmente horrible para luego darme una gran sorpresa o qué se yo. Subimos al auto, recuerdo haberlo visto buscando algo en la guantera, mi corazón latió por un segundo, pero nada, lo que buscaba era la carcaza del equipo de sonido. Hasta ahí, todo pesado.

De regreso a casa los ánimos ya estaban algo caldeados. Adam quizo hacer un tour por los lugares donde solíamos pasear cuando recién eramos una parejita más en la universidad, pero yo ya no quería nada más que el día termine. Se estacionó frente a mi casa, discutimos en el auto, me dijo que nada me parecía bien, que no me contentaba con nada, yo trataba desesperadamente de hacerle ver que no sentía que se había esforzado ese día, le recordé las miles de veces que yo había puesto todo para hacerlo sentir especial en distintas ocasiones, le recordé cómo ignoró mi cumpleaños, cómo para San Valentín había usado la misma excusa al no tener ningún regalo preparado para mí (curioso que ese regalo tampoco llega hasta ahora), me llamó materialista, le dije que no era por el regalo sino por el detalle, no me entendió. Finalizado el día ahí, todo cagao.

Al día siguiente peleamos de nuevo, o mejor dicho, continuamos la pelea. Si ya no peleamos al tercer día fue más por cansancio que por otra cosa. Nunca logré que entendiera mi descontento, y nunca entendí su frustración. Nunca recibí una docena de rosas de sorpresa en el trabajo por nuestros nueve años juntos, como sí recibió una amiga el día que cumplió tres meses con su novio, o como otra amiga ayer en su cumpleaños. Nunca tuvimos una cena romántica a la luz de las velas. Nunca nos embriagamos con vino y amor desnudos en una cama. Nunca recibí el regalo que según él había demorado en llegar (y que al parecer no llega hasta ahora). Nunca caminamos juntos de la mano, recordando tiempos pasados y soñando con tiempos futuros. Nunca nos dimos un beso de despedida ni sonreímos juntos por una día perfecto. Nunca olí en su cuello el perfume que le regalé.

Y lo que es peor, nunca me pidió matrimonio. Tonta yo, por esperar secretamente eso.

domingo, 20 de abril de 2008

La boda de mi mejor amiga

Mi amiga Ana se casó ayer. Tanto la ceremonia como la recepción fueron muy sencillas, la belleza alcanzó su máxima expresión en la simplicidad de esa noche. Mi querida Ana lucía hermosa en su vestido blanco, su adorado Rolo se veía nervioso y feliz en una ya conocida combinación mostrada en los rostros de quien va a dar un "primer gran paso". Adam y yo llegamos tarde a la ceremonia, aunque lo suficientemente temprano para oir la homilía del padre, en la cual les advertía jamás sacar los pies del plato, y el tan esperado "Sí, acepto" de cada uno de ellos. Y entre tanta felicidad, tanta alegría, tanto amor, yo, sentada junto a Adam sosteniendo mi mano y mirando con atención a nuestros buenos amigos en el altar, me retorcía el cerebro entre cavilaciones, dudas y pequeñas dosis de celos.

Ya he dicho antes que aún no me quiero casar, lo sé! Pero al ver a Ana y Rolo tan contentos y enamorados jurándose estar juntos hasta que la muerte los separe frente a Dios, sus familias, sus amigos y doscientos invitados que ninguno de los dos conoce, me puse a pensar lo bonito que sería tener una experiencia así. Y mientras Adam acariciaba mi mano durante la misa, las mareas se cruzaban en mi cabeza; por un lado sabía que nuestra hora aún no había llegado, pero por otro, no podía evitar culparlo por seguir a estas alturas con el mismo título de "enamorados".

Si digo que unas quinientas veces nos preguntaron "Y ustedes cuándo?" esa noche, sería poco. Al parecer todos estaban empecinados en hacernos notar que ya era nuestro turno. Gran error fue sentarnos junto a una pareja de esposos, también amigos nuestros, que se pasaron la noche hablando de lo maravilloso que es su hijo de dos años, y lo ilusionados que están con el que está por venir. Fue mentalmente doloroso el momento en que la novia iba a lanzar el bouquette, y llamaron a todas las solteras para que se pelearan por él. Yo no quería ni pararme. Imagínenme de pie en la parte de atrás con todas las "veintiseisañeras" y dejando que las mocosas se pongan adelante "porque ellas sí quieren atrapar el bouquette, nosotras no, PARA NADAAAAAAA!!!".

Adam había notado mi incomodidad, y me aplacó un poco su actitud desesperada por ayudarme a divertirme. Al final era mejor disfrutar el momento y no pensar en aquello que no está en mis manos arreglar. No quiero ser la patética mujer de los 50 que vive con la esperanza de que llegue el hombre perfecto a desposarla. Pero... Dios! la verdad sí me quiero casar!

Supongo que vale hacer una distinción sobre si quiero una boda o un matrimonio. Quiero una boda, quiero decir "Sí acepto" frente a Dios, nuestras familias, nuestros amigos y doscientos invitados que ninguno de los dos conoce, quiero lucir un vestido blanco y que todos digan que me veo linda, quiero tomarme fotos con Adam, con el pastel de bodas, bailando el Danubio Azul, oliendo flores, mirando al horizonte, con cada una de las mesas y con cada uno de los invitados. Quiero ser la envidia de las solteras casi treintonas por una noche.

Y también quiero un matrimonio. Quiero que nuestros rostros sean lo primero y lo último que veamos todos los días. Quiero estar con él en las buenas y en las malas. En la salud y en la enfermedad. En la riqueza y en la pobreza. En todas las situaciones en las que hemos estado juntos, pero legal, con firma y todo. Quiero decirle a mis amigos lo maravilloso que es nuestro hijo de dos años y lo ilucionados que estamos con el que está por llegar. Quiero contarle a todos lo chistosas que son nuestras peleas maritales.

Pero también quiero nuestra soltería. Escaparnos a mitad de una fiesta para hacerlo en el auto porque queremos, podemos, lo necesitamos, y sabemos que no hay una cama compartida esperándonos para cuando sea hora de ir a dormir, tal y como lo hicimos anoche (whoo hoo!!).

Supongo que no se puede tener todo en esta vida.

sábado, 12 de abril de 2008

You can kiss my ass!

Hablando en un sentido estrictamente físico, si hay algo que tengo bueno, modestia aparte, es mi trasero. Lo sé, lo he comprendido con los años, las miradas me lo han comprobado una y otra vez. Aunque la verdad aún no termino de comprender por qué. Nunca he pensado que mi trasero tenga algo especial, pero ya llegué a creer que sí, total... si las moscas vuelan alrededor de un pastel es por algo! Lo malo es que las moscas también vuelan alrededor de caca... Tener un trasero grande no siempre significa algo bueno.

Cuando le pregunto a Adam qué es lo que le gusta más de mí (y no crean que soy de las que preguntan eso a cada rato), siempre responde que es mi trasero. Entre sábanas es donde más se concentra, y tiene esa extraña afición a caminar detrás de mí ocasionalmente cuando vamos por la calle, y lanzarme algún piropo cochino mientras me mira con cara de pervertido justamente "ahí". Siempre he encontrado ese conjunto de atenciones hacia mi trasero halagadores, sobre todo viniendo de él. Y por muchas lógicas razones, las he encontrado ofensivas cuando han venido de cualquier otra persona. Cualquiera.

Como ayer cuando recibí un memo en el trabajo por utilizar pantalones "demasiado ajustados"... hey! es mi cuerpo, no tengo otro, el uniforme me queda así, que el memo vaya al pasado de listo que vino con la idea de hacerlo color beige. O como ese día en que un tipo me dio un palmazo en la nalga derecha mientras yo miraba la vitrina de una tienda... recuerdo con satisfacción ese día, y no porque un extraño me palmeara el trasero, sino porque pude encarnar a mi personaje de película favorito: Mallory Knox. Le di un puntapie en sus partes dignas borrándole la sonrisa de inmediato, lo golpeé en la cabeza con las manos hechas puño mientras se retorcía a medio cuerpo, y lo empujé al piso mientras lo miraba complacida ante los aplausos de quienes al principio me observaban con estupor... buajaja!! Agresiva, lo sé, pero me encantó. Casi-casi le grito: How sexy am I now, flirty boy?!! Lo recomiendo a todas las mujeres, no hay nada mejor para quitarse las molestias del síndrome pre-menstrual que sacarle la mugre a un mañoso.

Volviendo a lo bueno, recuerdo el primer piropo que Adam lanzó a mi trasero cuando teníamos la dulce edad de 16 años. Caminando de la universidad hacia mi casa (él detrás de mí, para variar), me puso la mano en las caderas y me dijo al oído: no mezas tanto la cuna que se despierta el niño... jajaja QUÉ TIERNO! Aunque suene sarcástico, en realidad lo recuerdo con dulzura y nostalgia... mi adorable acosador... ya cuanto tiempo ha pasado!

Por qué estoy escribiendo sobre mi trasero en este post? porque lo tengo y porque me provocó hacerlo. A quien le moleste: you can kiss my ass!

sábado, 5 de abril de 2008

Conversando con mamá

- Quiero nietos...

- ...

- ... ...

- Ah?

- Te digo que quiero nietos... cuándo te vas a casar?

- No necesitas que me case para que tengas nietos.

- Cómo que no? Que acaso vas a ser madre soltera?

- Bueno, tienes dos hijos, no necesitas que YO me case para que tengas nietos...

- ... si lo que quiero...

- ... es que tus nietos no sean bastardos.

- A tu hermano le falta mucho para casarse.

- A mí también!

- Bueno, tú tienes a Adam...

- Eso no tiene...

- ... además ya te toca...

- nada que ver...

- ... no te estás haciendo más joven, sabes?

- Gracias, mamá.

- Solo digo...

- Reformulo mi punto inicial: no necesitas que nadie se case para que tengas nietos.

- Yo no los he criado para que tengan hijos por ahí...

- Bueno, tampoco nos criaste para casarnos...

- Qué?!

- Nada.

- Te escuché...

- Solo digo...

- A qué te refieres?

- Solo digo que por lo pronto yo no voy a casarme y Fer tampoco... eso debe venir de algún lado, no?

- Qué fácil echarnos la culpa a los padres de los problemas de los hijos...

- No digo que sea un problema...

- ... como si no pudieran ser capaces de ver nuestras buenas intenciones...

- Mamá, no es un problema...

- ... claro, "no me caso porque no me criaron para casarme"...

- Mamá...

- ... acaso tienes padres divorciados, niña?!

- A eso voy!

- A qué?

- Me acabas de llamar niña.

- Y?

- Crees que soy una niña?

- Obviamente no, pero eres inmadura.

- Exacto.

- ...

- ... ...

- No te estoy entendiendo.

- Si crees que soy inmadura cómo puedes pedirme que me case?

- No te he pedido que te cases.

- Ah no?

- No, solo dije que quería nietos.

- Pero que no sean bastardos.

- Claro.