sábado, 31 de mayo de 2008

Todo pasa y todo queda

Después de repetidas y variadas disculpas, Adam me ha pedido volver a su lado. No le he dado ninguna respuesta aún. Después de la última vez que conversamos, muchos ánimos se aligeraron, y al menos ya nos hablamos. Sin embargo, aún no es tiempo de volver. Y para ello tengo 10 razones:
  1. Aún me retuerzo de rabia y lloro con decepción cuando recuerdo lo que hizo Adam. Aún analizo la situación detalle por detalle, y me torturo con cada nimiedad del hecho, desde si abrió alguna puerta para que ella pasara o jaló su silla para que se siente, hasta la forma en que tomó su mano para sacarla a bailar. O como la miró toda la noche. O como tan siquiera se le ocurrió estar ahí, así, con ella.

  2. La impresión que tengo de Adam es muy distinta a la que tenía antes. Todo ha cambiado, ya no lo veo igual. Siento que ya no lo conozco, siento que estaría con una persona llena de sorpresas, lamentablemente no todas buenas. Después de tantos años juntos pensando que ya sabía todo de él (o al menos lo básico), me he llevado la sorpresa de mi vida al descubrir que hay más de lo que yo había apreciado hasta el momento. Me atrevo a decir que ahora ya no lo tengo en alto como antes, sino muy muy muuuuuy por debajo.

  3. No soy la única con una pobre opinión de Adam. Mi familia, amigos, gente muy querida cuya opinión siempre he valorado y apreciado han afirmado hasta la fecha que apoyarían mi decisión de volver con Adam si ese fuera el caso. Sin embargo sé que me enfrentaría a una secreta recriminación, y a un discreto "Te lo dije" en caso las cosas no volvieran a funcionar.

  4. La forma en que nos estábamos llevando es un mal precedente al problema. Ultimamente las cosas no estaban funcionando entre Adam y yo. Tal vez era yo, pero la verdad no me sentía 100% satisfecha como me habría sentido alguna vez durante nuestra historia juntos (tal vez Adam tampoco y de ahí derivó todo lo demás). Muchas veces este blog sirvió a manera de catarsis, muchas otras sollozé en silencio. Mi amor por Adam se basaba en respeto que le tenía como persona y como hombre, y era lo que me unía a él, a pesar de los desacuerdos. Volver con Adam significaría volver a una situación que de por sí no me tenía contenta, y que tendría ahora agregada esta mala experiencia.

  5. Aún tengo mil dudas por resolver, mil preguntas que ya no quiero preguntar y que Adam probablemente ya no quiera contestar de nuevo, aún siento que debo aprender sola a superar todo, porque este tema me tiene agotada, me desconcentra, me desvela y saca lo peor de mí. Aún culpo a Adam por haberme convertido en este ser inestable y antipático, junto a quien nadie quiere estar.

  6. Aún no he aprendido a valerme por mí misma. Adam aún me hace falta. Aunque suene contradictorio, solo podré volver con Adam el día que aprenda a estar bien sin él. Será mi única defensa ante otra posible ruptura de corazón. Será un error que habré aprendido a ya no cometer: amar demasiado. Y ya no me recriminaré por haber cedido tan pronto.

  7. Recién ha pasado un mes. Lo que Adam hizo merece un tiempo de pausa más largo. Ya lo sé, suena ridículo, estúpido, femeninamente idiota, pero realmente no siento que ya sea tiempo de volver. Y no es que espere que Adam expíe culpas con un prolongado sufrimiento (aunque así lo parezca), lo que sí deseo es que llegue a comprender qué tan hasta las patas me hizo sentir, y eso toma tiempo. Quiero que Adam aprenda las lecciones correctas de esto: que sepa que esto no se hace a quien se ama, que sepa cuánto me lastimó y por qué, que sepa lo que espero de él, que sepa que no habrá una tercera oportunidad.

  8. Ya no admiro a Adam. Ya no lo creo mi superhéroe. Ya no confío en él. Ya no es mi ser especial, mi especie en extinción como una vez lo llamó mi papá. Ahora es un ser común, un hombre como otros. Nunca he amado a un hombre así.

  9. ¿Y qué si vuelve a pasar? Es la duda más fuerte de todas... ¿Me enteraría un año y medio después? ¿O habría aprendido Adam para ese entonces a ocultarse aún mejor?

  10. Muchas cosas han perdido su valor para mí desde que esta bomba explotó. Los chistes de infieles ya no tienen gracia, y el número 22 dejó de ser motivo de secreta sonrisa. Ya no me parece simpáticamente tolerable la atracción de Adam por las gringas, ahora odio el color naranja y todo lo que tenga que ver con Holanda o con karaoke bars. Cuando escucho canciones de amor, cambio de estación, ahora solo comprendo las letras de canciones agrias y amargadas. Ya no soy capaz de dar la vida por él, como antes sin dudarlo lo habría hecho, hasta he llegado a pensar que ya no lo amo. O que tal vez no era el hombre de mi vida después de todo. Que durante años, el amor me tapó peligrosamente los ojos hasta acercarme a un precipicio. Y caí.
Volver con Adam sería vivir en una relación de pesadilla. Simplemente, ya no sería lo mismo. El lo sabe y al parecer está dispuesto a vivir con ello, pero yo no. Faltando pocas horas, ruego por que mayo termine pronto.

lunes, 26 de mayo de 2008

Te odio porque te amo

Tuve una cita con Adam el sábado. Hablamos sobre lo ocurrido. Tratamos de dejar nuestros sentimientos en claro. Lo hice mierda, y no lo digo con orgullo. En mi afán de hacerle ver lo mal que me sentía, logré robarle un par de lágrimas de arrepentimiento esa noche. Si bien me complació ver en él ese indicio de pesar por lo ocurrido, y a pesar de lo mal que me sentía yo también por haber sido vilmente traicionada por el ser a quien más amaba, me dolió aún más en el alma el verlo llorar. Quise perdonarlo en ese instante, gritar "Yo también te amo", dejar todo atrás y seguir con lo que habíamos dejado en stand by. Pero no pude. Porque también lo odio.

Odio... qué fea palabra. Qué fuerte suena, qué definitiva, qué destructiva, qué negra y oscura. Pero cada vez que recuerdo lo que hizo, siento que lo odio. Mi amor por Adam es, en estos momentos, complicado. Aún lo amo, no me puedo engañar a mí misma, aún sueño con él, aún lo quiero a mi lado, aún deseo besarlo, abrazarlo, aún deseo despertar con él en las mañanas. Pero hizo lo que hizo y mi amor no le importó, y lo odio. Ya una vez escribí sobre cuánto más fácil sería todo si no lo amara... si no lo amara, no lo odiaría... ¿complicado? definitivamente.

Quiero amarlo, pero no puedo. Y lo odio por eso.

sábado, 24 de mayo de 2008

Orgullo y Prejuicio

Elizabeth Bennet es uno de mis personajes literarios favoritos. Es una mujer fuerte y decidida, con ideas claras y dispuesta a revelarse a las de su tiempo. Es la mujer que deseo ser, y con quien ya tengo algo en común: somos altamente orgullosas... y prejuiciosas.

Quien haya leido "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen concordará conmigo en lo fácil que fue tras la primera lectura (este es un libro que inevitablemente quieres leer una y otra vez) concluir quién era orgulloso y quién era prejuicioso, Elizabeth o el Sr. Darcy. Ambos lo son. El orgulloso Sr. Darcy es prejuicioso contra Elizabeth, y lastima su orgullo con su rechazo, provocando que ella empiece a construir una larga cadena de prejuicios propios en su contra. Posteriormente, Darcy se ve obligado a tragarse su propio orgullo y prejuicios para poder conquistar a Elizabeth, teniendo ella que hacer lo mismo para poder ser feliz con Darcy.

Ahora soy Elizabeth Bennet a la mitad del libro, esa mujer cuyo orgullo fue mellado, que se protege a sí misma armada de prejuicios contra aquel a quien ama o amó, que busca no ser lastimada, pero también busca ser feliz, que se mueve en un inestable punto intermedio en el que sabe lo que quiere, pero siente que no debe, y por lo tanto no puede.

Soy Elizabeth Bennet a la mitad del libro. Mi prejuicio es mi temor, y mi orgullo es mi amor propio. Y ambos son más fuertes que mi memoria de lo que alguna vez fue bueno.

Soy Elizabeth Bennet a la mitad del libro. Me angustio, cavilo, me pierdo en análisis inútiles de aquello que me lastimó, deseo por el olvido, finjo el perdón, pretendo seguir adelante, pero estoy con los zapatos pegados a todo lo que jamás dejé atrás.

Soy Elizabeth Bennet a la mitad del libro, que aún no sabe lo que pasará al final, que aún no sabe qué siente Darcy, que aún no lo quiere saber, que lo ignora.

Soy Elizabeth Bennet a la mitad del libro, pero Darcy ya no está.

jueves, 15 de mayo de 2008

Te perdono

Durante los últimos días he estado atravezando una odisea emocional a causa de Adam. El ha buscado tener contacto conmigo de una u otra forma, y yo como buena picona, no se lo he permitido. He mantenido el celular apagado, lo he bloqueado en mi cuenta de correo, le he cerrado la puerta la única vez que me vino a ver, y he pedido a todos en casa que impidan cualquier intento suyo de contactarme. No lo he hecho para castigarlo, contrario a lo que se piense, sino para conseguir la calma necesaria para seguir adelante. Ok, tal vez sí fue un poquito para castigarlo. Pero hoy prendí el celular. Hoy lo desbloqueé en mi cuenta de correo. Y HOY le enviaré el siguiente e-mail:

He pensado mucho en lo que sucedió. Esta situación me ha abierto los ojos en un millón de formas, y por eso te lo agradezco, porque incluso en los casos más arrebatados no dejas de enseñarme algo. He analizado lo ocurrido de todas las maneras posibles, evaluando cada punto de vista existente. Y todas me llevan a la misma conclusión... te perdono, pero ya no seremos los de antes.

Permíteme primero ser sincera contigo: me decepcionaste. Me defraudaste. Cambiaste la imagen que tenía de ti, enmarcada en pan de oro y colgando de la pared principal de mi corazón. Pero si he decidido perdonarte no es por ti, sino por mí. Porque quiero seguir adelante sin ningún ardor en el pecho que me pida desquitármelas con alguien. Por mi propia paz mental. Porque sé que algún día necesitaré usar mi corazón de nuevo, y todo roto como está no podrá servirme. Porque necesito empezar a sanar.

Voy a contarte algo que ya sabías: de todas las personas que había conocido a lo largo de mi vida, tú fuiste quien me impresionó más. Y ojo, que no estoy hablando de gente con la que haya estado románticamente involucrada, estoy hablando de mi mundo en general, y eso es bastante. Siempre proclamé ante el resto lo especial que eras, no como pareja, ya que eso te encerraría en el supuesto afirmado por una chica enamorada, sino como persona, como hombre, como ser humano. Tu sinceridad, tu transparencia, tu fidelidad a tus principios y tu prudencia eran virtudes que yo admiraba en ti por ser alguien que te conocía, y no necesariamente por ser alguien que te amaba. Esas cualidades tuyas me daban seguridad, pues sentía que, sumadas a los sentimientos que nos unían, eran tu salvaguarda contra flaquezas y tentaciones. Siempre pensé que tú eras el fuerte y yo la débil, que tú eras capaz de salir bien parado de cualquier situación, mientras que era yo quien necesitaba ayuda para avanzar, que tú sabías cómo actuar dentro de una relación como la nuestra, mientras que yo tenía que meter la pata en algo antes de aprender la lección. Bajo tu lema "no hacer lo que no quisieras que te hagan" tenía la certeza de que mi corazón estaba protegido de romperse y que jamás me mentirías. Me equivoqué.

Ahora sé que no eres tan fuerte como pensé. Sé que las tentaciones son capaces de hacer tambalear esa base moral tuya que yo creía tan sólida, así como tu amor. Y también sé que sí eres capaz de mentir, y de asegurarte de no ser descubierto, de elaborar el más preciso ardid para que la verdad no salga a la luz, y vivir tranquilo con ello. Ahora sé que hice mal en confiar tanto en ti.

Dicen que en una relación, todo lo que pase es culpa de los dos. ¡Qué mierda más conveniente! En fin... supongo que en algún punto dejamos de ser esa pareja especial y distinta a las otras que siempre creí que fuimos y no lo vi. Juntos éramos inmortales, inquebrantables, inseparables, eternos... en algún momento de nuestra historia dejamos de serlo, y todo se hizo más fácil para que ocurriera lo que ocurrió. Aún sigo tratando de comprender qué es lo que pasó por tu cabeza en ese momento. En el antes, el durante y en el largo después. Qué te motivó a aceptar, qué te motivó a hacer todo lo que hiciste esa noche, y qué te motivó a ocultarlo. Tengo miles de suposiciones en mi cabeza, desde las más maliciosas hasta las más cándidas, pero supongo que ninguna importa ahora.

Recuerdo haber sentido algo extraño el año pasado, mi intuición femenina (la cual durante años dudé tener) me decía que algo no estaba bien, pero no le presté atención, ojalá lo hubiera hecho en ese entonces, tal vez si hubiera averiguado algo, o te hubiera hecho hablar, todo habría sido menos difícil. Ahora entiendo que tu conciencia te llevó ese año a hacerme pasar el mejor verano de nuestras vidas: paseos a la playa, solos y con amigos, cenas románticas, regalos, rosas el día de los enamorados y el día de la mujer, noches de disco... sin embargo, aún así te sentía distante... ahora entiendo. Tantas conclusiones no le sirven a mi cabeza, es por eso que ahora digo que te perdono.

Pero ya no seremos los de antes. A mis ojos ya no eres quien yo amaba, ese hombre del cual me enamoré, único, totalmente ajeno a las simplezas del ejemplar masculino promedio, incapaz de hacer algo que no querría que yo le haga a él. Ya no puedo confiar en ti, y si pudiera, ya no quiero, mi instinto autoprotector me recrimina el haber bajado la guardia y me pide que jamás vuelva a hacerlo. Ya no siento que pueda amarte como te amé una vez, ciegamente y sin miedo. Ya no eres especial para mí.

Este fue el fin, ese que jamás pensamos que llegaría, ese ante el cual nos creíamos inmunes. Discúlpame por seguir siendo débil, o por no ser más madura, por no ser capaz de sobrellevar esto y dejarlo atrás. Te perdono porque te amé, porque en honor a los años que tuvimos juntos nos merecemos no guardar rencores entre nosotros, pero es en honor a esos mismos años que no he podido olvidar, a pesar de haberte perdonado, porque me fallaste, porque hiciste algo que jamás hubiera esperado de ti, y porque cuando lo hiciste, esos años juntos no pesaron. En el pasado queda mi dolor y mi decepción, pero no lo que sucedió esa noche. Eventualmente lo olvidaré, estoy segura, para confiar en el amor una vez más, y para no detener mi vida ante una mala experiencia.

Gracias por los años y por las lecciones aprendidas. Hasta siempre.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Bruta, ciega, sordomuda...

En pocas palabras, enamorada. Así estuve por nueve años. No es que me arrepienta del pasado, de todo se aprende, dicen; pero como partidaria de la autocrítica, debo aceptar que me equivoqué al creer que podía poner las manos al fuego por Adam.

Analizando la situación, ya un poco más calmada, supongo que esta es una lección que tenía que aprender tarde o temprano. De pronto me veo convertida en una advenediza más en el mundo de prosaicas mujeres que afirman que todos los hombres son iguales. Después de años burlándome de ellas, ahora soy una más del grupo. Es una posición patética, un pozo sin fondo al cual Adam me empujó sin el menor reparo. Solo le faltó gritar "THIS IS SPARTAAAA!"

Siempre escuché a mis amigas decir las resobadas frases: "en los hombres no se puede confiar", "no hay hombre bueno", "todos los hombres son infieles", "los hombres son unos peeeerrooooosss"... etc, etc, etc. Cada vez que una de esas líneas llegaba a mis oídos, en mi mente retumbaba la palabra "pobrecita". Y es que en realidad me daba lástima cada mujer despechada que había perdido su fe en el sexo masculino gracias a un mal espécimen que se cruzó por su vida (ja! quien diría...).

Metida yo en mi mundo ideal, jamás pensé que me tocaría pasar por aquello por lo que tantas veces consolé a más de una amiga. Al ver cómo eran lastimadas una y otra vez, insistía en sentirme parte del pequeño círculo de "afortunadas" que habían encontrado al hombre perfecto, leal, enamorado hasta los huesos de nosotras, incapaz de hacernos daño; y durante años mantuve mi posición sobre la existencia de hombres buenos, a pesar de la escasez de los mismos, considerando a Adam como uno de ellos.

Mirando hacia atrás, realmente me sentía como una chica con suerte. Tenía a mi lado al novio soñado, guapo y exitoso, respetuoso, carismático, atento, amante dedicado, comprensivo, fiel en todo sentido, y lo que era mejor, para él yo era la luz de sus ojos. Todo eso pudo ser cierto en algún momento, pero quizás el tiempo nos traicionó y se aburrió de mí, o sus instintos de macho conquistador vencieron todo rastro de amor existente en lo más profundo de lo que yo pensé que era su inderrotable base moral, y su inviolable corazón dedicado hasta ese entonces exclusivamente a mí. Bastó una movidita de pestaña extranjera para que aprovechara la oportunidad de sentirse como brichero por una noche. Y vaya que la aprovechó!

No me arrepiento de haberlo amado, porque incluso mientras me engañaba, me hacía ciegamente feliz el simple hecho de estar con él. Ignorance is a blessing! Mis años al lado de Adam fueron los mejores. Y a pesar de lo sucedido, gracias a él soy quien soy.

El capítulo de Adam se cerrará con el tiempo en el teatro de mi vida, o quizás nunca se cierre, el reloj lo dirá. Por lo pronto, a usar mi singelringen, regalo de la más querida de mis primas, que gastó $69 con tal de hacerme sentir mejor con mi reciente nueva soltería.

Y a seguir luchando contra mi reciente nueva depresión...

lunes, 12 de mayo de 2008

Todavía...

Ok. El dolor sigue. Todavía lloro. Todavía me encierro en mi cuarto sin ganas de ver a nadie. Todavía sigo una dieta involuntaria a base de agua por falta de hambre. Todavía tiro dardos mentales a la imagen de Adam atorada en mi cabeza. Todavía miro los espacios vacíos en mi cuarto y veo los besos estampados que de noche ya no tienen donde caer.

Todavía lo veo ilusionado, esperando en el lobby de un hotel a que ella baje, sugiriendo el bar más recóndito de la ciudad, para que nadie los vea. Todavía lo veo abriéndole la puerta, jalándole la silla, invitándola a bailar. Todavía los escucho cantando juntos, conversando acerca de mí, acerca de que no existo, acerca de que existí pero solo por tres años y no nueve, todavía lo escucho apelar al consuelo de ella, por sentirse solitario por la novia que lo abandonó, pero que en realidad estaba en casa preguntándose dónde estaría.

Todavía lo veo mirándola, observándola, creyendo que es bonita y diciéndoselo. Todavía lo veo sacando su tarjeta de crédito, la de oro, luciéndose, pagando la cuenta, deseando que la noche aún no termine. Todavía pienso en sus ojos idiotizados por alguien que no era yo, invitándola a conocer Piura, extendiendo la velada. Todavía los imagino paseando en el auto juntos, y a ella sentada en mi asiento.

Todavía lo escucho despidiéndose de ella en las puertas del hotel, pues ella partía al día siguiente. Todavía lo escucho pidiéndole su e-mail y su teléfono, para no perder contacto. Todavía lo veo llamándola días después, un día, y otro, y otro, y otro... Todavía lo veo de madrugada dejándole mensajes en su messenger mientras ella dormía, pidiéndole que regrese a Perú.

Todavía lo recuerdo mirándome la cara de estúpida, jurándose a sí mismo jamás contarme nada porque no habría forma de que yo me entere. Todavía lo recuerdo negando todo, inventando una mentira para evitar más preguntas. Todavía lo recuerdo enojándose conmigo por querer invadir su privacidad, por ser tan desconfiada y sin razón. Ja! sin razón... Todavía lo recuerdo jugando ese juego durante año y medio... AÑO Y MEDIO!

Todavía no puedo perdonarlo. Todavía no puedo sacar de mi mente toda esa historia. Todavía siento que lo odio, que me falló, que no hay manera de arreglar esto. Todavía no duermo.

Y todavía me duele nuestro mundo perdido, nuestros planes olvidados, todavía quisiera jamás haberme enterado de nada. Todavía miro al pasado y me pregunto dónde quedó eso. Todavía toco el tatuaje en mi espalda con ganas de arrancármelo con las uñas. Todavía siento que me mintió. Todavía siento que me engañó, que no es la persona de quien me enamoré, que ahora es un hombre como cualquiera, que ya no es especial. Todavía prefiero estar sola antes que con él. Todavía no puedo olvidar.

Y ahora, qué hago?... Y él, qué siente? Todavía no lo sé.
Por favor, Dios, haz que este dolor se vaya...

viernes, 9 de mayo de 2008

Estuve enamorada...

Cuando decidí empezar a escribir este blog, la idea era algo totalmente diferente a lo que es ahora. Lejos de querer ufanarme de mi "relación perfecta", lo que quería era mostrar a quien quisiera leerlo que sí es posible tener una relación larga y buena. Quería probarle al mundo que el amor sí existe, que la felicidad es posible, que las relaciones humanas no necesariamente se ven afectadas por nuestras debilidades terrenales. A pesar de todo lo que ha pasado en estos últimos días, aún puedo decir que no me equivoqué.

Ok, Adam me engañó. En un momento de estupidez tal vez, más que infiel, me fue desleal. Traicionó la buena impresión que siempre tuve de él, dejó de ser especial, mi especie en extinción. Ante mis ojos pasó de ser uno de esos chicos que ya no existen a un hombre más en el planeta, de esos que llenan los clichés en los chistes feministas. Así es la vida. Qué me hizo renunciar esta vez? La decepción. La verdad golpeándome a la cara con guante grueso. La sensación de estar con un extraño.

Si me lo hubieran pedido hace una semana, yo hubiera sido capaz de poner las manos al fuego por Adam y sin dudarlo. A pesar de que a él siempre le hice sentir que yo andaba en guardia, en realidad nunca lo estaba, confiaba tanto en él que le creía absolutamente todo lo que me decía, y me sentía segura con él. Sentía que si saltaba de un techo el estaría abajo para atraparme. Me sentía amada, y lo amaba de igual forma y con la misma intensidad con la que él demostraba amarme a mí. Aún recuerdo esa sensación de que no habría nadie más en este mundo con quien sería feliz. Y no hablo como ciega enamorada, todos eran testigos de lo "perfecto" que era Adam para mí y de cuánto me quería.

Todo eso terminó el sábado en la noche. Descubrí que Adam no es ningún lobo gris, sino un mustio canino. Que una chica extranjera le puede calentar la cabeza por una noche como a cualquier peruano. Que puede utilizar su inteligencia para crear la mejor elaborada historia. Que es capaz de ocultar la verdad durante año y medio. Que miente descaradamente y sin remordimiento alguno. Que niega todo aún cuando la verdad es demasiado obvia. Que piensa que con decir "Lo siento" y enviar flores al trabajo se arreglará el mundo. Que es débil, hipócrita, traicionero y mentiroso. Sí. Lo es.

Entonces, volviendo al punto inicial, no me equivoqué:

El amor existe, pero solo el de tus padres, no cuentes con el de nadie más, así creas tenerlo. Cualquier otro tipo de amor que no sea el paternal, es efímero y dependiente de las situaciones, no es incondicional, y es usualmente cambiante.

La felicidad es posible, pero solo si la basamos en nosotros mismos. Si creemos que seremos felices gracias a alguien más, estamos cagados desde el inicio.

Las relaciones humanas no necesariamente se ven afectadas por nuestras debilidades terrenales, si el novio está castrado.

martes, 6 de mayo de 2008

Esto también pasará

Ayer metí mi corazón en una caja, junto con todo lo que ahora tampoco me sirve. Lo dejaré ahí hasta que logre volver a latir. Tan magullado como está, difícilmente podrá hacerlo. Traté de repararlo con masking tape y UHU, pero no quedó igual. Quizás eventualmente vuelva a funcionar. Quizás... si algún día necesito volver a usarlo.

Aún no sé como, pero voy a seguir pa'lante. Tengo mil razones, solo tengo que encontarlas. En este momento lo que necesito es alejarme de aquí... y no ver a Adam. Dejar que el reloj haga su magia, repetirme a mi misma que esto también pasará, esperar por el día en que lo vuelva a ver y ya no sienta nada. Ni rencor, ni dolor, ni... nada.

Ahí sigue mi corazón, tan solitario, tan gris, tan patético, herido, sangrante, haciendo el intento por latir, pero logrando solo un mustio temblor asemejado a un breve hipo. A su lado: fotos, cartas, muñecos, joyas, perfumes, anillos, peluches, crucifijos, promesas rotas y mundos destruidos, besos olvidados, futuros inexistentes, noches en vela, días de fiesta, caminatas en la playa, manos juntas... Mi pobre corazón yace rodeado de recuerdos, que algún día se desvanecerán y lo dejarán sanar.

Mientras tanto yo, descorazonada, camino como un ser sin alma que solo actúa por actuar, esperando el día en que el olvido me llegue como una bendición, el día en que el dolor acabe, la tristeza pase, y la indiferencia me venga a acompañar.

Dentro de unos días me iré lejos, así de fuerte es la cosa. Y me llevaré a mi corazón en su cajita, por si lo vuelvo a necesitar.

domingo, 4 de mayo de 2008

Decir adios...

Cuando se tiene tanto tiempo juntos y tanta historia de por medio, es difícil pensar en despedirse. Todos los recuerdos, todos los momentos, todo vuelve junto como en una avalancha emocional que te hunde en tus propias cavilaciones. La maldita razón llega, en el momento menos esperado, y te cae como flecha en donde más te duele, todo cuadra, todo lleva inevitablemente a eso que temes. Pero temor a qué? A empezar de cero. A la sola idea de imaginar el mundo sin esa persona. A la soledad. Al cambio. A tener el corazón roto sin nadie al costado que nos ayude a repararlo. A jamás encontrar a alguien que sea la mitad de bueno de lo que él solía ser. A simplemente no estar a su lado. Cómo vencer ese miedo?

Pero la tristeza y la decepción te dominan. Caminas por la casa pensando en qué pasó. En si tal vez fue tu culpa. Tratando de entender. Dando explicaciones a todo antes que las dé él. Porque en el fondo quieres perdonarlo, pero no puedes, la ira es demasiado grande y el corazón duele con cada paso que das. Recreas en tu cabeza una y otra vez eso que sucedió, eso que te jodió, eso que te contaron o de lo que por casualidad te enteraste, tratas de verle sentido al asunto, pero no, no entiendes, "yo no lo haría, por qué lo hizo él?" piensas... Por qué me lo ocultó?

Poco a poco la verdad se vuelve obvia. Empiezas a atar cabos y muchas piezas que antes no encajaban ahora encajan perfectamente. La realidad te pega como lluvia fría en Londres. Te sientes desnuda, expuesta, vulnerable, incapaz de pelear contra esto que se te viene, te sientes sola, triste, decepcionada. Cada centímetro de tu piel que él besó la noche anterior quema.

Las preguntas siguen haciendo doler tus neuronas de tanto pensar. Prendes la tele para distraerte un rato, ya que obviamente no podrás dormir. Ves Jhon Q. Recuerdas cómo lo comparaste una vez con el personaje principal, lo llamaste "un héroe moderno". Cómo una vez le dijiste a tus amigas que él era el mejor hombre que habías conocido, y no, no lo decías por ser su novia de años, sino porque realmente lo creías. Cómo una vez lo llamaste "el chico perfecto", a pesar de sus defectos, a pesar de que te tildaron de tonta e ilusa. Cómo abriste un blog pensando en él. Tratas de considerar que tal vez estás exagerando, que quizás lo que hizo no es tan malo después de todo. Pero entonces... por qué duele tanto?

Duermes esa noche y sueñas con él. Y con ella. Y a la mañana siguiente tus ojos hinchados te delatan ante tu familia. Todos tratan de poner la mejor cara y pretender que no han notado la cara de búho drogado que te traes. Todos intentan no exponer aún más tu corazón en pedacitos. Como en un buen funeral, todos respetan tu duelo en silencio.

Ahora viene el momento de decidir cómo dar ese temido paso. Cómo le digo que hasta aquí nomás? Cómo le hago comprender que aún lo amo pero que no puedo seguir a su lado, que no quiero? Cómo le pido que entienda que soy débil y que eso que hizo me afectó demasiado? Cómo le explico que mi decepción es más fuerte que mi amor? Cómo le hago ver que ya no confío en él? Cómo le cuento la forma en que me revolví en negrura la noche anterior? Cómo? Aún no lo sé.

Dirá que no lo hizo. Dirá que todo es mentira. Dirá que en realidad no lo amo, que todo es un pretexto. Dirá que estoy sobreactuando. Dirá que tiene testigos de que nada pasó. Dirá que lo siente. Dirá que no significó nada. Dirá que yo hice algo similar o aún peor. Dirá que fue mi culpa.

Y yo... de pie, bañada en lágrimas, sosteniendo la puerta, escuchando nada, le pediré que se vaya de mi vida, y cerraré los ojos cuando lo haga.

De niña me encantaban los Thundercats. Deseaba tener una espada como la de Leon-oh. Recuerdo que mis papás me compraron una de juguete, que tenía agua escarchada en la supuesta hoja de metal, que brillaba cuando la movías. Me fascinaba esa espada, a pesar de ser niña. Pero ahora comprendo que "ver más allá de lo evidente" no siempre te ayuda a mejorar el mundo. En mi caso, destruyó el mío.