martes, 26 de febrero de 2008

La vida continúa...

He decidido no pensar más. He decidido dejar de analizar todo. He optado por salvaguardar mi estabilidad mental y concentrarme en el presente. ¿Qué más da si Adam quiere proponerme matrimonio? ¿Qué más da si no quiere? ¿Qué más da si me convierto en Susy housewife en menos de un año? ¿O si al contrario, envejezco hasta llegar a ser la solitaria y solterona señora de los gatos?

El post de hoy es corto, pues no hay mucho que decir. Adam tiene algo en mente, pero ya no me romperé la cabeza por averiguar qué es. Ya no quiero saber si tiene pensado proponerme matrimonio en nuestro próximo aniversario. Ya no analizaré por qué razón prestó tanta atención a la película que vimos hoy sobre esa pareja de recién casados. Ya no pensaré en cómo será mi vestido de novia, ni a quién no invitaría a mi boda. Ya no revisaré websites con nombres de niños. Ya no fantasearé con mi supremo acto dramático plagado de llantos emotivos cuando lea mis votos ante Adam en la iglesia. Ya no practicaré mi firma con el apellido de Adam al final.

Tampoco pensaré en cómo decirle a mi jefa que me caso y no está invitada. Ni en cómo calcularé nuestros sueldos para cubrir nuestros gastos del mes. Ni en que lo más emocionante que haremos un fin de semana es invitar a unos amigos a ver películas en silencio para no despertar a los niños. No pensaré en lo cansada que me sentiré por el resto de mi vida, ni en las veces que me pelearé con Adam porque está mentalmente incapacitado para cosas tan simples como poner la ropa en su sitio y no dejar la taza del baño toda meada. No me torturaré observando a mis amigas solteras lléndose de parranda un jueves por la noche (Ladies' night) agradeciendo amablemente la invitación por teléfono, mientras doblo la ropa recién lavada, mezo al bebé para que no llore, le bajo a la cocina para que no se queme mi estofado, grito a los gemelos para que dejen de molestar a su hermana menor y contemplo a Adam entrando por la puerta, esperando que le entregue mi punani a pesar del cansancio y ajetreo.

No, está decidido, no pensaré más en nada. Así es, la vida continúa. Obladí... obladá...

sábado, 23 de febrero de 2008

Acepto?

Hoy no estoy de buen humor. Miles de dudas bailan cancán en mi cabeza, pisoteando cada neurona con el ímpetu de quien pretende volverme loca. El problema que relaté en el post anterior no tiene nada que ver con mi estado actual, ese asunto fue bien peleado, bien gritado, bien mandado a la mierda, bien azotado en la puerta, bien disculpado y bien olvidado. Lo que me sucede es otra cosa. El problema es que no sé qué es. O sí...

Lo relaciono con una visita el día de ayer. Una pareja de amigos, próximos a casarse en el mes de abril. Escucharlos hablar sobre sus planes, las situaciones por las que habían pasado, el punto de vista que tenían a esas alturas, y el ver el rostro de Adam prestando atención, haciendo bromas ocasionales para aligerar el tema, hablando de sus propios planes conmigo... fue un coctel de impresiones demasiado cargado para mi gusto.

Para empezar, intenté lo más posible no sentirme celosa. Ok... lo admito! me sentía celosa, pero creo que tuve éxito en disimularlo. Y es que Adam y yo llevamos ya tanto tiempo juntos, que me sentí increíblemente patética al ver que nuestros amigos ya se iban a casar y nosotros no. Trataba de repetirme mentalmente a mí misma que era lógico que ellos estuvieran a punto de dar tal paso, pues llevaban más tiempo juntos que Adam y yo, sin embargo... no tienen también exactamente nuestra edad? trabajan como nosotros? no se aman igual? En fin, traté de no darle importancia al asunto y me limité a escuchar sus relatos como niña que escucha los cuentos de la abuelita antes de dormir: interesada, pero a punto de caer knockeada por el sueño... en el fondo quería que dejaran de hablar. Quería dejar de seguir aparentando que estaba 100% satisfecha con mi amenazante condición de soltera eterna, y quería evitar que en cualquier momento Adam notara mi angustia e incomodidad. No quería parecer la patética chica enamorada que ya quiere casarse como sea y que envidia a sus amigas que sí lo van a hacer... jamás! Orgullo por delante, aunque joda.

Esta posición se contrapone a la que vino después, cuando noté que Adam también estaba interesado en el tema, pero desde una perspectiva distinta: él sí parecía tener algo en mente. De pronto lo ví haciendo preguntas, dando opiniones y relatando planes... entré en pánico. Momento, dijo mi cabeza, qué está pasando aquí? De pronto, mi querida amiga ahora novia preguntó la interrogante de oro: Y ustedes como van con sus planes?... Qué planes? repliqué yo, intrigada. Sus planes pues, a futuro... Y en eso su novio la calló diciéndole: Nada... nada... no hagas preguntas inadecuadas... Adam sonreía nerviosamente, los novios se miraban uno a otro, los ojos de uno decían cállate, los del otro preguntaban por qué... Aquí pasa algo, concluí. Entonces me vino esa sensación de estar parada desnuda frente a la clase de matemática, esa pesadilla recurrente de Kevin Arnold en Los Años Maravillosos, me sentí expuesta, sospechaba la razón, y no me gustó. Acaso Adam realmente tiene planeado pedirme matrimonio dentro de poco?

Entonces... me quiero casar o no? Por un lado sentí envidia por mi amiga, es horrible, lo sé, pero la sentí, no pude evitarlo. Por otro lado cuando percibí que Adam guardaba un secreto relacionado al tema me sentí helada y con ganas de salir corriendo...

La vida es muy fácil para mí en estos momentos, aún así, a veces me siento lista para un cambio. Pero... matrimonio? tremendo cambio! No sé si esté lista para afrontar todas las responsabilidades que el casarse trae. No sé si quiere afrontar la vida de casada. Amo a Adam, aunque sea un idiota a veces, igual lo amo, pero todo me está pareciendo tan pronto, y a la vez siento que ya es hora... Estoy confundida, en conclusión.

Adam una vez admitió tener planeada ya la fecha para mi pedida de mano. Pero quizo hacerme entender que no sería en el corto plazo. Eso me desilusionó, y me llenó de ansiedad a la vez. Pero ahora que al parecer sí será pronto, la mejor palabra que describe a mi cerebro con toda esa información es mazamorra.

lunes, 18 de febrero de 2008

What the fuck...?!!

Cuando Adam y yo nos conocimos él tenía el corazón tan roto como el mío. En mi caso era porque recién salía de una tormentosa e intensa relación que había terminado violentamente. En su caso, no le habían dado bola. Antes de estar conmigo, en los tiempos de chiquititud, Adam había conocido a Banka. Debo admitir que la perrísima Banka era físicamente agradable. Ok, era simpática. Maldita sea!... era bonita. Era deportista la muy perra, sin ningún puto kilo de más en el cuerpo, buen cabello, buen cutis, una lady. Pero tenía un defecto: como muchas caninas, era de colita inquieta.

En el breve lapsus de amistad que Adam y yo compartimos, previo a ser oficialmente una pareja, recuerdo que me contó sus aventuras y desventuras junto a Banka. Dijo haber estado tras ella durante más o menos siete meses. Dijo que ella era parte de su grupo de amigos y amigas, por lo que se veían con regular frecuencia. Dijo que le gustaba su rostro y su carisma. Dijo que casi una vez se besaron en su sala, pero que la mamá de ella los interrumpió. Dijo que cada vez que iba a verla, se encontraba con tres o cuatro tipos más en busca de lo mismo (?). Dijo que cuando se dio cuenta de que no tenía ni tendría chance con ella, decidió alejarse. Dijo que cuando decidió alejarse, lloró. Con cada palabra que disparaba, mi joven y débil corazoncito se agujereaba de celos, pero nunca dije nada. Hasta el día de su cumpleaños un mes después.

Adam y yo teníamos recién una semana de enamorados. Era su cumpleaños y sus amigos le habían organizado una fiesta en casa de uno de ellos. No recuerdo por qué no fui, creo que me sentí intencionalmente enferma, probablemente por no querer estar en una reunión de "solo patas". Adam se fue solo a la fiesta, y al día siguiente me contó lo bien que la había pasado. Lo que no me contó, fue que Banka había estado ahí. Y que había bailado con ella. Recuerdo que cuando me enteré los celos me hirvieron la sangre, le reclamé y me enojé tanto que hasta terminé la relación con él. Adam me buscó varios días (no muchos, soy bastante fácil en ese aspecto), y finalmente volvimos, pero tuve que aguantar más de una vez durante los dos años siguientes la presencia de Banka en nuestras vidas. Más de una vez peleamos en honor a ella, más de una vez tuve que aguantar sus miradas, sus desplantes, sus palabras, sus llamadas anónimas, sus chismes, etc etc etc... Adam nunca se pronunció al respecto, dijo haber hablado con ella. Lo dudo.

Pasaron los años, Banka siguió con su vida, o finalmente se cansó. Quien sabe. Sin embargo el recuerdo de todo lo pasado aún me hacía sentir cierto rencor cada vez que me la cruzaba, lo cual era refrescantemente menos frecuente cada vez. Luego nos enteramos que Banka se había casado. Adam tomó la noticia como que no le había importado. Para ese entonces ya había pasado tanto tiempo que su reacción me pareció de lo más lógica, y me regocijé ante ese capítulo supuestamente cerrado.

Un día, recibí una llamada telefónica de una amiga. No sabía si contártelo, dijo, porque la verdad no sé si te parezca relevante o no: he visto a Banka salir de la oficina de Adam. No puede ser, le dije, te debes haber equivocado. No me he equivocado, replicó, es más... es la segunda vez en la semana que la veo salir y entrar de ahí. Pero quizás esté llendo a ver a algún colega de Adam, pensé. Preferí no sacar ninguna conclusión y preguntarle a Adam. Efectivamente, lo que pensé era cierto, Banka no había ido a verlo a él, sino a uno de sus colegas. Aún así increpé a Adam el no habérmelo contado, solo para prevenir malentendidos, en fin. Problema resuelto. O tal vez no...

Pasaron unos meses y Adam se compró un carro. Estaba feliz, era su primer auto, era de segunda, en muy buen estado y el precio que había pagado por él era una verdadera ganga. Quién te vendió el auto, pregunté un día. Uno de mis clientes, respondió y me dijo el nombre... el esposo de Banka? pregunté. Sí. Me dieron unas ganas extrañas de reventar en rabia, pero me enorgullecí de poderme contener. Que superada soy, pensé, realmente ese asunto de Banka es pasado-pasado. Lo dejé disfrutar su Nissan Sunny del 98 y lo acompañé en interminables y numerosos roadtrips, sentada en el mismo asiento en donde Banka se habría sentado anteriormente.

Con el tiempo olvidé el asunto, no le di importancia, me parecieron ridículas aquellas veces en que permanecí demasiado tiempo pensando en ello, y me alegré una vez más por haber dejado atrás todo ese problema y por haber sido capaz de pensar maduramente. Hasta ayer.

Estábamos Adam y yo buscando laptops en CircuitCity. Se había decidido por una HP Pavilion muy bonita, y decidió mandarle la información a mi hermano, quien se encuentra en Estados Unidos, para que se la compre. Abrió su correo y buscó entre sus contactos el email de mi hermano. Pero oh sorpresa! Banka estaba en la lista. Ante mis preguntas, Adam entró en pánico. Primero quizo aparentar que no sabía quién era. Luego dijo que era alguien de su trabajo. Luego dijo que no sabía exactamente qué Banka era, porque conocía a muchas con ese nombre. Cuando la verdad fue evidente, no atiné a más que a entrar a mi habitación y dejarlo solo en la sala de mi casa hasta que se fuera.

Sola en mi cama, mi cerebro corrió a mil por hora. Tal vez aún le gusta Banka. Tal vez nunca cerró ese capítulo. Tal vez sí era a él a quien Banka iba a ver en su oficina. Tal vez fue ella quien le vendió el auto. Tal vez han estado chateando y no me lo ha contado. Tal vez se mandan emails. Tal vez se mandan cadenas, mensajitos, que se yo! Ya lo sé, estoy siendo irracionalmente paranóica y exagerada, pero tengo la culpa?

Es la primera vez que hago esto en los cuatro meses que he tenido este blog: querido lector o lectora allá afuera... qué hago?

viernes, 15 de febrero de 2008

¿Moriría por él?

Escuché a alguien decir que quien ama es capaz de dar la vida por la otra persona. Esa frase quedó rebotando en mi cabeza varios minutos. Me pregunté a mí misma: ¿daría la vida por Adam? Hay varias formas de dar la vida, supongo. Pero por alguna razón yo igualé dicha frase a "morir". Dar la vida... morir... ¿moriría por Adam?

Digamos que Adam tiene un corazón débil, y solo se salvará si consigue un donante compatible que sea capaz de donar el suyo en menos de 12 horas para poder realizarle un transplante de urgencia (Dios, estoy viendo demasiado Grey's Anatomy...) ¿moriría por Adam? Supongamos que Adam y yo estamos cruzando un callejón oscuro y de pronto un tipo con cara de pocos amigos se nos planta con un arma, y ante nuestra negativa de entregarle nuestras cosas nos apunta y tengo solo un par de segundos para decidir si me lanzo como escudo humano y salvo al amor de mi vida ¿moriría por Adam? Que tal si vamos en avión y caemos al mar, Adam está inconsciente pero respirando, y solo tenemos una toma de oxígeno, la mía, porque la suya está malograda, así que, o me salvo yo, o le doy oxígeno a Adam ¿moriría por él?

Ya sé que mis ejemplos son estúpidos, poco probables, y que las soluciones son múltiples en algunos casos antes que simplemente morir por él, pero mientras ese alguien que dijo la frasesita de dar la vida seguía hablando, yo planificaba mi gran pregunta idiota del día de los enamorados. Aguardé silenciosamente a que llegara el momento indicado y lo pregunté: Adam, crees que yo moriría por ti?

Adam me miró con cara de what the fuck. Obviamente mi pregunta era algo así como verificando si Adam era consciente de cuanto lo amaba y por lo tanto, de las cosas que haría por él. Pero, como siempre, las cosas sonaron mejor dentro de mi cabeza que una vez fuera de ella y saliendo por mi boca. Adam respondió con un seco: No sé, supongo que sí, pero no me gustaría.

Ahora, volvamos a que, según yo, el significado ulterior de mi pregunta era ¿sabes cuánto te amo, no? Por ende, la respuesta de Adam me sonó a chote. Mi cólera disfrazada de silencio resentido se convirtió poco a poco en dudas fuera de tiempo y cavilaciones incoherentes con respecto a mi señor enamorado. ¿No sabe que lo amo?!!!

Luego vino la explicación de ley: "No me interesaría que mueras por mí, no podría vivir luego sabiendo eso, yo entiendo de otra manera el que des la vida por mí: que vivas conmigo, que pases tu vida a mi lado, que me acompañes hasta hacernos viejitos, eso sería más bacán."

Arreglado el asunto nos fuimos a la playa, cenamos románticamente (pizza... pero fue perfecto!) y quebramos la ley que prohibe tener sexo en áreas públicas.

Feliz San Valentín.

sábado, 9 de febrero de 2008

Amiga mía

Mientras estuve en Lima tuve la oportunidad de reencontrarme con mi querida amiga Tay. Pasamos un loco mediodía de compras juntas, almorzamos, conversamos, nos tomamos fotos, bromeamos, y al final nos despedimos con un "Hasta julio" que, estoy segura, nos chocó a las dos. Tay y yo llevamos un tiempo relativamente corto siendo amigas. Sin embargo compenetramos desde el primer instante. Tay ha sido testigo de mis aventuras y desventuras junto a Adam durante ya más de dos años. Y yo he sido testigo de su búsqueda por el amor.

Tay tiene todo lo que, según las mujeres, esperan los hombres. Es guapa, es inteligente, tiene confianza en sí misma, es sencilla, dulce, carismática, etc... y no lo digo porque sea mi amiga, realmente lo es. Pero Tay tiene un defecto: se enamora demasiado rápido. Ya he visto a Tay enamorarse de un tarado hasta el punto de viajar a Trujillo para verlo. La he visto ilusionarse con otro idiota que lo único que buscaba era gilear. Y ahora la veo enamorada otra vez. De un buen chico. Aparentemente.

Cuando Tay se mudó a Lima el año pasado, dijo que era porque quería empezar a valerse por sí misma. Nadie la creyó capaz cuando ese plan era solo una idea, y nadie lo creyó sino hasta que la vieron subiéndose a ese bus dispuesta a proclamar su independencia en nada menos que la ciudad capital. Todos admiramos su coraje, todos le deseamos lo mejor, muchos ocultamos una secreta esperanza de que al final del año quisiera volver.

He tenido muchas amigas en la vida, de todos los tipos y de todas las edades. Amigas muy queridas, que siempre me han complementado de una u otra manera. Amigas con quien vacilarse durante clases en la universidad. Amigas con quien intercambiar chismes en los breaks en el trabajo. Amigas de juerga, infaltables los fines de semana. Amigas confidentes, las mejores secreteras y consejeras. Amigas con quien podía ser yo misma. Todas era una u otra cosa, pero Tay era la suma de todo. Me parecía un increíble cachetadón del destino el que ella decidiera mudarse a Lima. En fin.

Vuelvo al hecho de cuánto admiraba que Tay estuviera dispuesta a viajar a otra ciudad, buscar trabajo ahí, vivir sola, etc. Yo no lo haría. Encontrar chamba no fue difícil, y por supuesto que tenía familia allá, tan sola no iba a estar después de todo. Aún así se pasó los primeros meses añorando Piura, llamándome todas las semanas, chateando conmigo siempre que podía... hasta que apareció Félix.

Me contó un día que había conocido a un chico, se lo había presentado una amiga y le gustaba, luego la invitó a salir y la química fue obvia, se hicieron novios bastante rápido, y listo, la vida de Tay en Lima la horrible estaba completa. De pronto, las visitas que Tay supuestamente haría a Piura y alargaría cuanto pudiera para aprovechar el tiempo con su gente, fueron lo más cortas y lo menos frecuente posibles para poder volver a los brazos de Félix ni bien pudiera. No dije nada.

Ahora la vida de Tay giraba en torno a Félix. Tay se sentía feliz y eso era lo más importante. Félix era el prototipo perfecto de hombre para ella, el amor les brotaba por los poros, y cuando hablábamos por teléfono el tema principal era él. Sé por experiencia que los inicios de una relación suelen ser llenos de flores, arcoiris y conejitos saltando por las verdes praderas. Y también sé que pasado un tiempo, las flores se empiezan a marchitar, los arcoiris se desvanecen y los conejitos terminan hechos estofado en una olla hirviendo. Temí por Tay, y se lo traté de decir una vez, pero no quise sonar como la amiga pesimista. No dije nada.

Hace poco Tay me contó que ella y Félix no estaban llendo muy bien. Este es el caso: Tay se siente abandonada. Decidió no venir a Piura en verano y quedarse en Lima con Félix. Y Félix, en vez de actuar agradecido, actuó como que hubiera preferido "extrañarla por un par de meses". Empezó a dejarla de lado y a pasar más tiempo con sus amigos. Tay no puede hacer lo mismo, pues cometió el error de convertir a Félix en el centro de su mundo cuando lo conoció. Irónico, pues cuando partió para Lima, la idea era ser la mujer independiente dueña de sí misma y de su vida, vivir el sueño femenino, convertir en realidad ese ideal. Y lo que hizo fue todo lo contrario. Se liberó de sus padres para encarcelarse con Félix. Esta vez no me aguanté y le dije todo.

Corriendo el riesgo de que Tay decidiera no contarme nada nunca más, traté de hacerle ver qué había hecho mal. No le había dado a Félix su espacio, ni había tomado un espacio para sí misma, y ahora que Félix estaba tratando de equilibrar eso era lógico que le chocara. Es cierto, quizás a Félix se le estaba llendo la mano, pero era necesario que Tay reconociera en qué había fallado y viera el origen del problema: entregó demasiado de sí sin estar aún segura si sería correspondida o si lo que entregaba sería apreciado. En un momento de irracionalidad, Tay expresó su deseo de que Félix fuera igual de atento con ella como Adam lo era conmigo. Traté de hacerla pisar suelo, de hacerle ver que estaba hablando de dos personas totalmente distintas, de dos relaciones con diferencias abismales, que debía ser más independiente, y demostrar a Félix que no lo necesitaba tanto como el creía (o temía), en resumen, ya no asustarlo y dejar que se acerque solo si eso quería!

El riesgo que corrí resultó ser cierto. Ahora Tay dice ver flores, arcoiris y conejos de nuevo junto a Félix. Eso dice. Detestaría verla con el corazón roto. Detestaría decirle "Te lo dije". En fin, mi relación con Adam no es la relación ejemplar. También peleamos, también nos sacamos de quicio uno al otro, también deseamos que al otro le caiga un rayo. No soy la gurú de las relaciones. Pero sí tengo más experiencia que Tay. Ojalá me escuche. Y ojalá todo le vaya bien. Ya sea con Félix...

... o sin él.