Siempre a mi lado, no tardé en descubrir cuánta falta me habías hecho todo este tiempo. Llegué a sentir que estar sin ti era como perder un brazo o una pierna, era como aislarme del mundo, era perderme en el limbo, llegué a preguntarme cómo había sobrevivido tanto tiempo sin tenerte a mi lado. Y es que realmente te necesitaba en mi vida, y recién me había dado cuenta.
Inevitablemente te comparé con otros, ya abandonados en el pasado. Sí, reconocí cuánta ventaja les llevabas, eras mejor, mucho mejor, y después de ti ya no querría a otro más. Pensé mil veces si habría uno mejor que tú, la respuesta siempre fue no, no y no, imposible, tenías todo lo que yo esperaba de ti, llenaste mis espectativas, si hubiera otro mejor simplemente no sería igual. No serías tú.
Te convertiste en mi complemento, y tanto te metiste en mí que todos me conocían gracias a ti, te volviste mi "identificador". No me importaba, me sentía orgullosa, quería que todos lo supieran, pues eras mío, solo mío. De nadie más. Y así te cuidé, me preocupé por ti, cada vez que me necesitaste estuve ahí para ti, igual como siempre estuviste para mí. No quiero sonar materialista, pero incluso gastaba mi dinero en ti, comprándote todo lo que necesitabas sin que lo pidieras, y lo que no también, pues me alegraba verte bien. Y en tu peor momento también estuve ahí, y te esperé cuando debiste alejarte, para luego verte regresar completamente renovado.
Pero siempre has sido traicionero, me has hecho pasar por largas penurias, largas esperas, ausencias interminables, de las cuales eras frío y distante testigo, inmutable, incapaz de consolarme, más de una vez me has hecho enfrentar personas que no esperaba, me has interrumpido en mis momentos importantes, me has dejado aislada sin opción a comunicarme con nadie, me has fallado cuando más te necesitaba, me has traido malas noticias cuando peor me sentía, has sido portador del mal agüero, y causa de conflictos. Fuck you. No eres más que un maldito celular.
Espero noviembre con ansias. Ya quiero que acabe octubre. Su costumbrismo, nacional o importado, me ha llegado a hartar. No quiero turrones, ni calabazas, ni procesiones, ni trick-or-treating, ni peñas criollas, ni fiestas negras en algún discobar con trago incluido. Hoy hago huelga, hoy me rebelo ante octubre en su último día, hoy me quedo en casa a hacer nada y todo. Así es, nada y todo. No quiero sentirme obligada a salir de casa para demostrarle al mundo que no he muerto socialmente. Tampoco quiero ver a Adam. Hoy quiero una cita conmigo. Hoy quiero apagarte, celular.