viernes, 31 de octubre de 2008

Traicionero

La primera vez que te vi, me gustaste. Me atrajiste. Fue instantáneo, el solo fijar mis ojos en ti me hicieron saber que eras para mí, que debía tenerte conmigo. No fue dificil, aunque me costó mucho, parecía que me hubieras estado esperando, y pronto te hice parte de mi mundo, al cual te acoplaste perfectamente. Pronto nos convertimos en uno.

Siempre a mi lado, no tardé en descubrir cuánta falta me habías hecho todo este tiempo. Llegué a sentir que estar sin ti era como perder un brazo o una pierna, era como aislarme del mundo, era perderme en el limbo, llegué a preguntarme cómo había sobrevivido tanto tiempo sin tenerte a mi lado. Y es que realmente te necesitaba en mi vida, y recién me había dado cuenta.

Inevitablemente te comparé con otros, ya abandonados en el pasado. Sí, reconocí cuánta ventaja les llevabas, eras mejor, mucho mejor, y después de ti ya no querría a otro más. Pensé mil veces si habría uno mejor que tú, la respuesta siempre fue no, no y no, imposible, tenías todo lo que yo esperaba de ti, llenaste mis espectativas, si hubiera otro mejor simplemente no sería igual. No serías tú.

Te convertiste en mi complemento, y tanto te metiste en mí que todos me conocían gracias a ti, te volviste mi "identificador". No me importaba, me sentía orgullosa, quería que todos lo supieran, pues eras mío, solo mío. De nadie más. Y así te cuidé, me preocupé por ti, cada vez que me necesitaste estuve ahí para ti, igual como siempre estuviste para mí. No quiero sonar materialista, pero incluso gastaba mi dinero en ti, comprándote todo lo que necesitabas sin que lo pidieras, y lo que no también, pues me alegraba verte bien. Y en tu peor momento también estuve ahí, y te esperé cuando debiste alejarte, para luego verte regresar completamente renovado.

Pero siempre has sido traicionero, me has hecho pasar por largas penurias, largas esperas, ausencias interminables, de las cuales eras frío y distante testigo, inmutable, incapaz de consolarme, más de una vez me has hecho enfrentar personas que no esperaba, me has interrumpido en mis momentos importantes, me has dejado aislada sin opción a comunicarme con nadie, me has fallado cuando más te necesitaba, me has traido malas noticias cuando peor me sentía, has sido portador del mal agüero, y causa de conflictos. Fuck you. No eres más que un maldito celular.

Espero noviembre con ansias. Ya quiero que acabe octubre. Su costumbrismo, nacional o importado, me ha llegado a hartar. No quiero turrones, ni calabazas, ni procesiones, ni trick-or-treating, ni peñas criollas, ni fiestas negras en algún discobar con trago incluido. Hoy hago huelga, hoy me rebelo ante octubre en su último día, hoy me quedo en casa a hacer nada y todo. Así es, nada y todo. No quiero sentirme obligada a salir de casa para demostrarle al mundo que no he muerto socialmente. Tampoco quiero ver a Adam. Hoy quiero una cita conmigo. Hoy quiero apagarte, celular.

viernes, 24 de octubre de 2008

Control Parental

Cuando era pequeña, mamá y papá me enseñaron los "básicos" que uno debe saber en la vida: no meter los dedos al tomacorrientes, mirar a ambos lados antes de cruzar la calle, nunca hablar con extraños... cosas así. Gracias a sus enseñanzas fue que sobreviví estos 26 años, ya casi 27. Eso no quita que en algún momento me haya cuasi-electrocutado, un carro haya frenado en seco por no arrollarme y algún extraño me haya descrito con gráfica habilidad lo que quisiera hacerme a la tierna edad de 10 años. Aún así sigo acá, presente en el mundo, y eso se los agradezco. Sin embargo hay algunos "básicos" que olvidaron enseñarme: como ser feliz en pareja y no cometer un asesinato en el intento.

Mis padres siempre tuvieron una relación que se podría catalogar de "ejemplar". Sí, peleaban, pero sabían bien cómo encerrarse en su habitación para granputearse entre susurros, supongo. Mi hermano y yo nos enterábamos de sus peleas gracias a sus caras de póker durante la hora del almuerzo. Solo por eso. Nunca durmieron separados, nunca se fueron a golpes, nunca aparecieron terceros, nunca nos visitaron hermanos escondidos por otras ciudades, nunca se fue alguno de casa... en fin, de no ser porque tal vez tuvieron sus dramas en secreto, opinaría yo que debe haber sido la relación más aburrida del planeta. Y es que, aceptémoslo, los conflictos son a veces como la pimienta del pollo.

Entonces, ante tanta "normalidad" probablemente terminé pensando que solo bastaba moverse con la corriente sin necesidad de esquivar baches de ningún tipo para tener éxito en pareja. Así, si me provocaba ser cariñosa, lo era, igual si me provocaba ser comunicativa, atenta, neutral o sexy. Y así, fui catalogada más de una vez de melosa, habladora, hostigante, indiferente o regalada.

Mamá siempre tuvo, tiene y tendrá algún consejo guardado bajo la manga ante algún problema con Adam. Papá siempre ha sido del tipo distanciado: escucha, se muestra empático, pero no juzga ni se atreve a dar consejos. Apela a mi propio criterio, lo cual dicen los expertos que es mejor. Pero madre es madre, y la mía se moriría de angustia si no pudiera opinar.

Los padres de Adam son otra historia. Mientras los míos son unos Ingalls, los de Adam son unos Bundy. Ningún extremo es bueno, dicen, pero definitivamente el mío es más bonito :)

viernes, 17 de octubre de 2008

Mi ortodoncia

El día que decidí ponerme brackets no pensé en Adam. Miré mis dientes en el espejo detenidamente, uno por uno, perlita por perlita, y recordé al huracán Katrina. Tan desastrosos estaban. Bueno, para ser sincera, no tanto, pero esos son los efectos del espejo. Como ver un grano donde solo hay un poro. Algo así. Además encontré la excusa perfecta: me mordía, y eso no es broma. A veces, cuando hablaba me mordía. Cuando comía me mordía. Incluso sucedió una vez que desperté y me había mordido. Algo que ver con los caninos salidos, mordida de perrito shitzú fue el profesional término que utilizó el doc. O mas bien el or.

La tortura fue lenta, felizmente. He visto casos en los cuales colocan todo el enjaulamiento de una sola y realmente duele. Cita a cita se me fue colocando algo nuevo. Y a medida que me iba acostumbrando, venía otro aparatejo más para torturarme hasta la insensibilidad. Es increíble como hay partes clave del cuerpo que no pueden ser lesionadas en lo más mínimo porque joden... Por ejemplo, una herida en la planta del pie. Una vez tuve un accidente y me hice un corte profundísimo en la espalda, y mi único problema fue acostumbrarme a dormir boca abajo, que a la larga es rico. Y otra vez pisé un chinche que estaba en el piso mientras caminaba sin zapatos por mi casa. Fue irónico como esa pequeña heridita me hizo cojear durante días, y se hinchaba, se hinchaba, se hinchaba, se infectaba, se le salía la costra, se hinchaba, jodía, jodía, jodía... una pequeña heridita. En fin. Volviendo a mi boca.

En la primera cita me colocaron unas ligas, que también son conocidas como separadores, porque tienen la función de abrir un espacio entre las muelas para que pueda entrar lo que me pusieron en la siguiente cita cuatro días después: las bandas de metal. Como su nombre lo dice, son unas bandas hechas de metal (duh!) que rodean cada una a una muela final (en mi caso solo me pusieron dos bandas: una en cada muela final superior) y que tienen un tubito al costado, que es donde irá insertado el cable o arco. Las ligas me hicieron doler las muelas, las bandas me produjeron llagas en la parte interna de las mejillas, pero lo que vino después fue lo peor.

En la tercera cita, el ortodoncista echó un ácido en cada uno de mis dientes, uno por uno, para remover el esmalte, luego les echó resina, que es con lo que se adhiere el bracket, y a la cual le dio un flash de luz azul que por alguna razón el no miraba y yo sí. Después de llenar mi sonrisa de cuadraditos plateados, los traspasó con el arco, el cual sostuvo con ligas transparentes. Listo.

Cuando Adam me vio no dijo gran cosa. Tampoco lo hizo cuando se cortó el labio tratando de besarme. Ni cuando le dije que debía despedirse del sexo oral por un tiempo. Ni cuando empecé a hablar gracioso. Ni cuando en una cuarta cita me colocaron un separador de mordida y quedé con la boca abierta, literalmente. Se había convertido en un mudo testigo de mi sufrimiento, y tal vez en secreto sufría conmigo.

Eso lo descubrí el día en que no pude comer nada de lo que había en casa. Tenía la boca llena de raspones, los labios resecos y cortados, los dientes y muelas se me movían con cada mordida, no podía masticar y estaba de mal humor. No dijo nada. Salió por la puerta y lo maldije por ser tan indiferente. Pero a los diez minutos volvió con una sopa instantánea de fideos, una lata de atún y una sonrisa que decía "Felicítame porque soy un niño bueno y considerado". Esta comida es blanda, dijo, no tendrás problema en comerla. Y así fue.

A veces pienso que Adam es bipolar.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Solo una noche

Tocó la puerta de mi casa y cuando abrí, me observó con detenimiento. Sí, me veía bien, pero probablemente se estaba preguntando por qué me había arreglado tanto si en pocos minutos estaría toda descompuesta e irreconocible. Hombres... pensé, no entienden estas cosas. Subí al taxi que nos esperaba afuera. Buenas noches, saludé, usted será nuestro cómplice hoy, musité en mis adentros. No recibí respuesta. Llévenos al hotel X, dijo Adam. ¿A dónde? preguntó el taxista, ah... ok, dijo después de que Adam se lo tuvo que repetir. "Ah... ok" retumbó en mi timidez durante el viaje.

Mientras el taxi avanzaba, Adam pasó su brazo por mis hombros. ¡No! le dije, no quería contacto físico hasta que llegáramos a donde debíamos llegar. Me miró raro, con cara de what the fuck, así que le permití abrazarme, después de todo matar la pasión tampoco era la idea. Mientras avanzábamos, el taxista me observaba ocasionalmente por el retrovisor. Tal vez está pensando que soy una chica "de esas", o tal vez está tratando de adivinar mi edad, pensaba yo con cada mirada, tal vez piensa que soy la trampa y por eso me llevan a un lugar de estos.

Finalmente arrivamos a nuestro destino. Unas inmensas luces de neón deletreando un nombre sinuoso hacían imposible disimular a qué habíamos ido, y pretender que éramos, tal vez, un par de viajantes recién salidos de un vuelo nocturno y con ganas de dormir, solo dormir. Adam bajó del taxi y se despidió con un "Buenas noches". Buenas para ti, habrá pensado el taxista, ¡qué horror!

Entramos y nos recibió un soñoliento jovencito. La palabra "Hotel" tenía tres estrellas a un costado. Y más abajo, un aparador con botellas de agua, cervezas y condones a la venta. Y también frituras y galletas. No, no quería estar ahí cuando Adam pidiera un paquete de Durex, así que pedí las llaves de la habitación y lo dejé haciendo los pagos respectivos en recepción. El sonámbulo se asombró de mi apuro, y mi profunda personalidad puritana temió que otra opinión equivocada hacia mí hubiera surgido en la cabeza del muchacho para sumarse a las del taxista.

Avancé por el pasillo del segundo piso. Debo admitir que era un hotel bonito. Había un pequeño lobby con muebles forrados y un centro de mesa con flores. Habían espejos con borde de pan de oro y plantas decorativas. Las cortinas se veían limpias, y la alfombra también. De pronto ya no me sentí tan incómoda y el ambiente ya no se sintió tan extraño.

Seguí caminando, y percibí una bullosa orquesta de gemidos y alaridos. Definitivamente la estaban pasando bien. En menos de un minuto enriquecí mi vocabulario kinky para usar en cama. Algunas parecían estar siendo torturadas, otras eran del tipo quejoso y no querían que les hicieran nada, pero lo recibían todo. Otras hacían silencio mientras escuchaban a su pareja darse ánimos a sí mismos. No pude evitar reir por dentro, realmente las mujeres somos unas actrices.

Llegó Adam antes de que pudiera yo encontrar la habitación. Intentamos a tientas abrir la puerta en la oscuridad. Cuando finalmente entramos, un fuerte olor a ambientador nos golpeó como ola en la cara. Prendimos las luces y observamos el lugar. Tenía solo lo que necesitábamos: una amplia cama con un espejo al costado (oh yeah!), una mesa de noche con un cenicero encima, una banca para colocar nuestras cosas y dos control remotos: uno para el aire acondicionado y otro para el TV. Una puerta que daba al baño. Una ventana que daba a la calle. Nada más. Nos tomamos unos minutos para acostumbrarnos al lugar. Y, como diría Kevin Arnold, entonces sucedió.

Adam atenuó las luces y se acercó a mí. Juntos cerramos los ojos y todo a nuestro alrededor cambió. Se calló la orquesta de gemidos, el olor a Glade no nos atormentó más. De pronto estábamos en el Hilton, y ninguna cama nos parecería más suave que esa.

viernes, 3 de octubre de 2008

Chateando

X: No es por nada... pero Adam me cae mal.

Lo: (Sonrisa estúpida animada) Por qué??

X: Por todo lo que cuentas.

Lo: Bueno, tenemos discusiones y diferencias, pero acaso no todas las parejas las tienen?

X: Sí, pero ustedes baten récord...

Lo: (Ojitos desconfiados y pensativos animados) Tal vez esa sea la impresión que estoy dando, pero en realidad Adam no es malo.

X: Tal vez sólo posteas cuando estás de malas...

Lo: Algo así...

X: Como una catarsis...

Lo: Creo que así se llamaría.

X: Deberías escribir algo bueno de vez en cuando.

Lo: (Carita animada de descuadre) Ah?

X: No digo que escribas mal, sino que deberías escribir algo bueno de Adam.

Lo: Tiene muchas cosas buenas, pero si escribiera de todas ellas entonces el blog quedaría muy meloso.

X: (Carita pensativa animada) La verdad, si lo pienso bien, puede que tengas razón. El estar enamorado es bastante censurado en nuestra sociedad.

Lo: Meaning?

X: Me refiero a que cuando una pareja se pelea es "normal", pero cuando a una pareja le va bien, los dos son unos pisados, o tal vez no van a durar juntos, o todos los miran raro, como si estar enamorados tuviera algo de malo.

Lo: Curioso que digas ese término... "pisados".

X: Te lo han dicho?

Lo: Miles de veces.

X: Ves a lo que me refiero?

Lo: (Muñequito animado saltando y gritando que SI!)

X: Y Adam nunca ha leído el blog?

Lo: Leyó la primera temporada, luego cambié de dirección para evitar que siga entrando, sin embargo eso no está garantizado.

X: Y qué te dijo cuando lo leyó?

Lo: Algunas partes le gustaron, otras prefirió no leerlas...

X: Como cuál? "Infidelidad"?

Lo: No sé si habrá llegado a esa, pero mencionó "Un cafecito".

X: Ahhh... Oye, y cómo así decidiste perdonarle su infidelidad?

Lo: (Tonadita musical) "Todos vuelven a la tierra en que nacieron..."

X: Jajaja... Y no te ha vuelto a hacer otra?

Lo: No que yo sepa, tal vez dentro de un año me entere.

X: Quieres que te de una opinión?

Lo: Dale.

X: Yo creo que eso de la religión es una pose.

Lo: Cómo así?

X: Osea, quiere hacerte creer que es ahora todo religioso para que concluyas que es un buen chico y que no te va a volver a sacar la vuelta de nuevo.

Lo: Eso suena muy poco a algo que él haría.

X: Cómo sabes? Y no me digas que es porque lo conoces, tú misma mencionaste en un post que sientes que estás con un desconocido.

Lo: Touché!

X: Jajaja... Y ahora ya en serio, sus nombres son realmente Lo y Adam?

miércoles, 1 de octubre de 2008

Un año sin lunes

Solía pensar que yo era una persona simple. Durante años me convencí a mí misma que tenerme contenta no costaba mucho. Una tarjeta echa a mano en el día de San Valentín, un globo rojo amarrado a mi ventana al despertar, la visión de flores durante la noche... no se necesitaba gran cosa para sacarme una sonrisa. Sin embargo, los mismos años me han hecho notar que no todo está tan resumido dentro de mi cerebro. Sí, aún mantengo el alma de poeta que se conmueve con un rayo de sol pasando entre las hojas de los árboles, pero esa sensibilidad a flor de piel también hace que mi corazón sea de lo más complicado.

Proclamé mi independencia a inicios de Setiembre, y declaré mi derrota a mitad de mes. Como verán, no soy muy constante con mis propias promesas. Todos los lunes de cada año dejo de fumar, empiezo una dieta, salgo a correr en las mañanas, ya no miento para encubrir mis flojeras, mantengo mi cuarto arreglado y me dedico más a mí misma y menos a los demás. Y todos los martes vuelvo a prometer que lo haré el lunes siguiente. Convivo con mis propias debilidades día a día, sin hacerme problemas. Aceptando, por ejemplo, que jamás seré modelo de portada, por lo que un kilito de más no pondrá en juego mi existencia tal como la conozco. O que tal vez de nada sirva protegerme del cáncer al pulmón y no fumar, ya que bien podría morirme ese mismo día en un accidente de tránsito sin haber tenido el privilegio de un último puchito. Excusas y más excusas, todas apropiadas, acomodadas en mi raciocinio, redactadas mentalmente con cuidado, para evitar mis propias objeciones.

Aquí debería ir un "pero ya no más", sin embargo, me conozco. Seguiré en las mismas, así soy yo. Seguiré haciéndome promesas que no podré mantener por más de una semana, seguiré torturándome con mis propias inconstancias y consolándome con el hecho de que a la larga soy humana como el resto, y todos las tenemos. Seguiré admitiendo de boca para afuera que no necesito a Adam en mi vida, pero a la primera que lo extrañe lo buscaré y terminaré llendo a misa con él.

Si, en definitiva, quiero despertar un día en un año sin lunes.