Mientras estuve en Lima tuve la oportunidad de reencontrarme con mi querida amiga Tay. Pasamos un loco mediodía de compras juntas, almorzamos, conversamos, nos tomamos fotos, bromeamos, y al final nos despedimos con un "Hasta julio" que, estoy segura, nos chocó a las dos. Tay y yo llevamos un tiempo relativamente corto siendo amigas. Sin embargo compenetramos desde el primer instante. Tay ha sido testigo de mis aventuras y desventuras junto a Adam durante ya más de dos años. Y yo he sido testigo de su búsqueda por el amor.
Tay tiene todo lo que, según las mujeres, esperan los hombres. Es guapa, es inteligente, tiene confianza en sí misma, es sencilla, dulce, carismática, etc... y no lo digo porque sea mi amiga, realmente lo es. Pero Tay tiene un defecto: se enamora demasiado rápido. Ya he visto a Tay enamorarse de un tarado hasta el punto de viajar a Trujillo para verlo. La he visto ilusionarse con otro idiota que lo único que buscaba era gilear. Y ahora la veo enamorada otra vez. De un buen chico. Aparentemente.
Cuando Tay se mudó a Lima el año pasado, dijo que era porque quería empezar a valerse por sí misma. Nadie la creyó capaz cuando ese plan era solo una idea, y nadie lo creyó sino hasta que la vieron subiéndose a ese bus dispuesta a proclamar su independencia en nada menos que la ciudad capital. Todos admiramos su coraje, todos le deseamos lo mejor, muchos ocultamos una secreta esperanza de que al final del año quisiera volver.
He tenido muchas amigas en la vida, de todos los tipos y de todas las edades. Amigas muy queridas, que siempre me han complementado de una u otra manera. Amigas con quien vacilarse durante clases en la universidad. Amigas con quien intercambiar chismes en los breaks en el trabajo. Amigas de juerga, infaltables los fines de semana. Amigas confidentes, las mejores secreteras y consejeras. Amigas con quien podía ser yo misma. Todas era una u otra cosa, pero Tay era la suma de todo. Me parecía un increíble cachetadón del destino el que ella decidiera mudarse a Lima. En fin.
Vuelvo al hecho de cuánto admiraba que Tay estuviera dispuesta a viajar a otra ciudad, buscar trabajo ahí, vivir sola, etc. Yo no lo haría. Encontrar chamba no fue difícil, y por supuesto que tenía familia allá, tan sola no iba a estar después de todo. Aún así se pasó los primeros meses añorando Piura, llamándome todas las semanas, chateando conmigo siempre que podía... hasta que apareció Félix.
Me contó un día que había conocido a un chico, se lo había presentado una amiga y le gustaba, luego la invitó a salir y la química fue obvia, se hicieron novios bastante rápido, y listo, la vida de Tay en Lima la horrible estaba completa. De pronto, las visitas que Tay supuestamente haría a Piura y alargaría cuanto pudiera para aprovechar el tiempo con su gente, fueron lo más cortas y lo menos frecuente posibles para poder volver a los brazos de Félix ni bien pudiera. No dije nada.
Ahora la vida de Tay giraba en torno a Félix. Tay se sentía feliz y eso era lo más importante. Félix era el prototipo perfecto de hombre para ella, el amor les brotaba por los poros, y cuando hablábamos por teléfono el tema principal era él. Sé por experiencia que los inicios de una relación suelen ser llenos de flores, arcoiris y conejitos saltando por las verdes praderas. Y también sé que pasado un tiempo, las flores se empiezan a marchitar, los arcoiris se desvanecen y los conejitos terminan hechos estofado en una olla hirviendo. Temí por Tay, y se lo traté de decir una vez, pero no quise sonar como la amiga pesimista. No dije nada.
Hace poco Tay me contó que ella y Félix no estaban llendo muy bien. Este es el caso: Tay se siente abandonada. Decidió no venir a Piura en verano y quedarse en Lima con Félix. Y Félix, en vez de actuar agradecido, actuó como que hubiera preferido "extrañarla por un par de meses". Empezó a dejarla de lado y a pasar más tiempo con sus amigos. Tay no puede hacer lo mismo, pues cometió el error de convertir a Félix en el centro de su mundo cuando lo conoció. Irónico, pues cuando partió para Lima, la idea era ser la mujer independiente dueña de sí misma y de su vida, vivir el sueño femenino, convertir en realidad ese ideal. Y lo que hizo fue todo lo contrario. Se liberó de sus padres para encarcelarse con Félix. Esta vez no me aguanté y le dije todo.
Corriendo el riesgo de que Tay decidiera no contarme nada nunca más, traté de hacerle ver qué había hecho mal. No le había dado a Félix su espacio, ni había tomado un espacio para sí misma, y ahora que Félix estaba tratando de equilibrar eso era lógico que le chocara. Es cierto, quizás a Félix se le estaba llendo la mano, pero era necesario que Tay reconociera en qué había fallado y viera el origen del problema: entregó demasiado de sí sin estar aún segura si sería correspondida o si lo que entregaba sería apreciado. En un momento de irracionalidad, Tay expresó su deseo de que Félix fuera igual de atento con ella como Adam lo era conmigo. Traté de hacerla pisar suelo, de hacerle ver que estaba hablando de dos personas totalmente distintas, de dos relaciones con diferencias abismales, que debía ser más independiente, y demostrar a Félix que no lo necesitaba tanto como el creía (o temía), en resumen, ya no asustarlo y dejar que se acerque solo si eso quería!
El riesgo que corrí resultó ser cierto. Ahora Tay dice ver flores, arcoiris y conejos de nuevo junto a Félix. Eso dice. Detestaría verla con el corazón roto. Detestaría decirle "Te lo dije". En fin, mi relación con Adam no es la relación ejemplar. También peleamos, también nos sacamos de quicio uno al otro, también deseamos que al otro le caiga un rayo. No soy la gurú de las relaciones. Pero sí tengo más experiencia que Tay. Ojalá me escuche. Y ojalá todo le vaya bien. Ya sea con Félix...
... o sin él.
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