Cuando Adam y yo nos conocimos él tenía el corazón tan roto como el mío. En mi caso era porque recién salía de una tormentosa e intensa relación que había terminado violentamente. En su caso, no le habían dado bola. Antes de estar conmigo, en los tiempos de chiquititud, Adam había conocido a Banka. Debo admitir que la perrísima Banka era físicamente agradable. Ok, era simpática. Maldita sea!... era bonita. Era deportista la muy perra, sin ningún puto kilo de más en el cuerpo, buen cabello, buen cutis, una lady. Pero tenía un defecto: como muchas caninas, era de colita inquieta.
En el breve lapsus de amistad que Adam y yo compartimos, previo a ser oficialmente una pareja, recuerdo que me contó sus aventuras y desventuras junto a Banka. Dijo haber estado tras ella durante más o menos siete meses. Dijo que ella era parte de su grupo de amigos y amigas, por lo que se veían con regular frecuencia. Dijo que le gustaba su rostro y su carisma. Dijo que casi una vez se besaron en su sala, pero que la mamá de ella los interrumpió. Dijo que cada vez que iba a verla, se encontraba con tres o cuatro tipos más en busca de lo mismo (?). Dijo que cuando se dio cuenta de que no tenía ni tendría chance con ella, decidió alejarse. Dijo que cuando decidió alejarse, lloró. Con cada palabra que disparaba, mi joven y débil corazoncito se agujereaba de celos, pero nunca dije nada. Hasta el día de su cumpleaños un mes después.
Adam y yo teníamos recién una semana de enamorados. Era su cumpleaños y sus amigos le habían organizado una fiesta en casa de uno de ellos. No recuerdo por qué no fui, creo que me sentí intencionalmente enferma, probablemente por no querer estar en una reunión de "solo patas". Adam se fue solo a la fiesta, y al día siguiente me contó lo bien que la había pasado. Lo que no me contó, fue que Banka había estado ahí. Y que había bailado con ella. Recuerdo que cuando me enteré los celos me hirvieron la sangre, le reclamé y me enojé tanto que hasta terminé la relación con él. Adam me buscó varios días (no muchos, soy bastante fácil en ese aspecto), y finalmente volvimos, pero tuve que aguantar más de una vez durante los dos años siguientes la presencia de Banka en nuestras vidas. Más de una vez peleamos en honor a ella, más de una vez tuve que aguantar sus miradas, sus desplantes, sus palabras, sus llamadas anónimas, sus chismes, etc etc etc... Adam nunca se pronunció al respecto, dijo haber hablado con ella. Lo dudo.
Pasaron los años, Banka siguió con su vida, o finalmente se cansó. Quien sabe. Sin embargo el recuerdo de todo lo pasado aún me hacía sentir cierto rencor cada vez que me la cruzaba, lo cual era refrescantemente menos frecuente cada vez. Luego nos enteramos que Banka se había casado. Adam tomó la noticia como que no le había importado. Para ese entonces ya había pasado tanto tiempo que su reacción me pareció de lo más lógica, y me regocijé ante ese capítulo supuestamente cerrado.
Un día, recibí una llamada telefónica de una amiga. No sabía si contártelo, dijo, porque la verdad no sé si te parezca relevante o no: he visto a Banka salir de la oficina de Adam. No puede ser, le dije, te debes haber equivocado. No me he equivocado, replicó, es más... es la segunda vez en la semana que la veo salir y entrar de ahí. Pero quizás esté llendo a ver a algún colega de Adam, pensé. Preferí no sacar ninguna conclusión y preguntarle a Adam. Efectivamente, lo que pensé era cierto, Banka no había ido a verlo a él, sino a uno de sus colegas. Aún así increpé a Adam el no habérmelo contado, solo para prevenir malentendidos, en fin. Problema resuelto. O tal vez no...
Pasaron unos meses y Adam se compró un carro. Estaba feliz, era su primer auto, era de segunda, en muy buen estado y el precio que había pagado por él era una verdadera ganga. Quién te vendió el auto, pregunté un día. Uno de mis clientes, respondió y me dijo el nombre... el esposo de Banka? pregunté. Sí. Me dieron unas ganas extrañas de reventar en rabia, pero me enorgullecí de poderme contener. Que superada soy, pensé, realmente ese asunto de Banka es pasado-pasado. Lo dejé disfrutar su Nissan Sunny del 98 y lo acompañé en interminables y numerosos roadtrips, sentada en el mismo asiento en donde Banka se habría sentado anteriormente.
Con el tiempo olvidé el asunto, no le di importancia, me parecieron ridículas aquellas veces en que permanecí demasiado tiempo pensando en ello, y me alegré una vez más por haber dejado atrás todo ese problema y por haber sido capaz de pensar maduramente. Hasta ayer.
Estábamos Adam y yo buscando laptops en CircuitCity. Se había decidido por una HP Pavilion muy bonita, y decidió mandarle la información a mi hermano, quien se encuentra en Estados Unidos, para que se la compre. Abrió su correo y buscó entre sus contactos el email de mi hermano. Pero oh sorpresa! Banka estaba en la lista. Ante mis preguntas, Adam entró en pánico. Primero quizo aparentar que no sabía quién era. Luego dijo que era alguien de su trabajo. Luego dijo que no sabía exactamente qué Banka era, porque conocía a muchas con ese nombre. Cuando la verdad fue evidente, no atiné a más que a entrar a mi habitación y dejarlo solo en la sala de mi casa hasta que se fuera.
Sola en mi cama, mi cerebro corrió a mil por hora. Tal vez aún le gusta Banka. Tal vez nunca cerró ese capítulo. Tal vez sí era a él a quien Banka iba a ver en su oficina. Tal vez fue ella quien le vendió el auto. Tal vez han estado chateando y no me lo ha contado. Tal vez se mandan emails. Tal vez se mandan cadenas, mensajitos, que se yo! Ya lo sé, estoy siendo irracionalmente paranóica y exagerada, pero tengo la culpa?
Es la primera vez que hago esto en los cuatro meses que he tenido este blog: querido lector o lectora allá afuera... qué hago?