jueves, 13 de diciembre de 2007

Paternidad responsable

Llegó el momento de ponerse seria. Llegó el momento de tocar un tema personal. Mucho más personal que los temas anteriores. Basta de babosadas como la suegra, los celos y los pedos de Adam. Ahora toca hablar de algo que aqueja a muchas mujeres (y a muchos hombres), y digo aqueja porque, si bien no se trata de un mal propiamente dicho, es algo que nos rompe la cabeza mes a mes y nos hace explotar las neuronas de nervios... ¿me vendrá o no me vendrá?

Detesto la marea roja. Detesto haber sido criada bajo tal régimen puritano que a mis casi 26 años de edad aún no soy capaz de llamarla por su nombre: menstruación, sino que en lugar de eso, digo babosadas del tipo "tengo mi período", "me vino", "me bajó", "me llegó la visita", "estoy indispuesta", etc, etc, etc, BUAAAAAAJJJ! Qué monse. Sin embargo y debido a variados hechos que mencionaré más adelante, las últimas veces que "me ha venido" mi expresión más común ha sido YEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!! acompañado de múltiples saltos de alegría y alivio comprensibles.

En ya tres ocasiones a lo largo del año, me he visto en los apretujos mensuales de ver con horror cómo pasaban los días sin que "me llegara la visita", y en el último mes ya no se trataron de días, sino de tres semanas completas. Tres semanas de mirar el calendario con angustia. Tres semanas de sentarme con Adam en el mueble a contar las fechas en que lo hicimos. Tres semanas de no querer orinar en el palito por temor a que se ponga azul. Tres semanas de deprimirme horrores al pasar por una tienda de ropa para bebés. Terminadas esas tres semanas de torturarme con cómo cambiaría mi vida si nos llegara un bebé, me bajó. Fue entonces cuando decidí tomar cartas en el asunto y dejar de confiar en la buena voluntad de Adam para detener el show y ponerse el molestoso condón. Dije BASTA, y como toda mujer independiente del siglo XXI, tomé mi bolso, fui al centro de la ciudad, me escondí tras un arbusto de un parque y mandé a mi amiga a comprarme un paquete de pastillas anticonceptivas en la farmacia.

Aquí viene el cherry: escogí las Yasmin. Dicen ser las más suaves, causan mínimos efectos secundarios o ninguno, no engordan, no dan mareos ni náuseas, te ayudan a mejorar la piel, a retener menos líquidos, a mejorar el cabello, a regularizar tu período, a disolver quistes ováricos en caso los tuvieras, a tener menos dolores menstruales y menos molestias relacionadas al síndrome pre-menstrual. Al parecer, era la píldora perfecta, esa pastillita mágica que esperábamos todas las mujeres para vivir menos neuróticas, regias, infértiles y sin las molestias comunes de la regla. Pero NO! El primer mes fue un desastre. Les detallo mi tragedia:

Empecé a tomarlas como se me indicó: el primer día de la menstruación. Usualmente menstrúo 5 días; tres abundantes, y dos ligeros. Esta vez menstrué 8 días, todos abundantes! Mis senos se hincharon, mis piernas también. Sin embargo debo reconocer la ausencia del típico dolor menstrual en la espalda, caderas y bajo vientre. Pasada la hemorragia vino algo peor: un bajón total de la libido. Se supone que una toma estas pastillas para sentirse más confiada, más relajada, más disponible, más permisiva. Pues nada, durante los días que vinieron, yo no quería que Adam se me acerque, es más, no quería ni que me tome de las manos. Las frases "no me toques", "¿qué quieres?", "no te acerques", "ponte más allá" se volvieron frecuentes, ante los ojos atónitos de Adam, quien en algún momento sugirió que dejara de tomar las pastillas. La tercera semana fue peor: el cambio o reajuste hormonal me volvió literalmente loca. Desde ponerme a llorar en el carro de la nada, hasta reirme a carcajadas porque alguien se cayó, desde ataques de ansiedad a las 2 de la mañana, hasta repentinos bajones emocionales porque un desconocido no me devolvió el hola... un desastre! La mirada agotada de Adam me rogaba que dejara de tomar las pastillas. Pero ya había avanzado una buena parte del camino como para echarme atrás.

En estos momentos me quedan 4 píldoras. Mi cerebro está más calmado, mi cuerpo al parecer también. Adam también. Se supone que cuando se me acaben deberé esperar una semana, en la que vendrá la marea roja, y luego empezaré a tomarlas de nuevo. La verdad tengo un poco de miedo, dicen que el primer mes es el peor, porque es el de "ajuste", pero que pasada la tormenta llega la calma. He decidido seguir con la píldora un mes más, a ver que tal me va, sino aún hay más opciones para cuidarse. Todo lo que sea por evitar los horribles sustos mensuales.

Pros: poder hacerlo sin detener el show para nada, menos dolores menstruales, la piel sí se pone más tersa, y el cabello al parecer se vuelve menos rebelde y con mejor caída (o será simple sugestión publicitaria, no lo sé), no más granitos, los senos se ven más firmes, hasta bajas un poco de peso y te sientes más ligera. Contras: las locuras al inicio del mes antes detalladas, el temor a morir desangrada, si tu pareja no te aguanta el desbarajuste, ya fuiste con píldoras y todo, la constancia de tomar la píldora siempre a la misma hora (más de una vez la olvidé y tuve que tomarlas una hora tarde), el precio.

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