Pasados los años y en tiempo presente, Fer, hermano de Julieta, se enteró de lo que había ocurrido. Teniendo ya un rencor guardado por la reciente infidelidad de Romeo, y asumiendo que el empujón dado a su hermana había sido hace poco, partió a casa de los Montesco en una noche de beodez, dispuesto a defender su honor.
Pero ¡oh gloriosa metida de pata! al haber perdonado Julieta ese hecho hacía tanto tiempo, Romeo no tenía ni idea de lo que Fer le hablaba, o más bien, vociferaba, gritaba, espectoraba, lo que sea menos hablar. Pensó que, por haber tenido una pelea (sí, otra) con Julieta la noche anterior, ella había inventado eso y había enviado a su hermano en busca de sangre. La afrenta que se dio fue de lo más escandalosa, y mientras los indignados Montesco eran testigos de tal acto, condenaban secretamente a la pobre Julieta y a su inestable hermano.
Al día siguiente, Julieta se enteró de lo ocurrido. A pesar de aún estar molesta con Romeo, buscó contactarlo, a él y a los Montesco, para explicar que ella era inocente y pedir que perdonen a su hermano por sus embriagados impulsos, pero nadie le quizo hablar. Pasó dos días tratando de limpiar la imagen de los Capuleto, pero lo único que obtuvo fue el rechazo de los Montesco. Y también de su amado. Fer, tras darse cuenta de su error y al ver tan triste a su hermana, trató de buscar a Romeo, pero tampoco pudo dar con él.
Ahora los Montesco piensan que Julieta es una vil mentirosa, que su hermano es un borracho, y que el Sr. y la Sra. Capuleto son unos padres consentidores e irresponsables. Ahora los Capuleto resienten que los Montesco hayan juzgado tan rápidamente a sus hijos, sin darles una oportunidad para explicar lo ocurrido, y que los hayan ignorado y tratado tan mal cuando ellos buscaron arreglar el problema. Ahora Montescos y Capuletos tienen una guerra declarada, en nombre de los hijos.
Ahora Romeo permanece perdido en el limbo, al parecer por voluntad propia, y no hay forma de encontrarlo. Ahora Julieta no sabe qué piensa Romeo, se ha cansado de buscarlo, y su herido orgullo le repite una y otra vez que ya es hora de partir de Verona.