Al principio, Rochi no era una de mis personas favoritas. Sus constantes risotadas y cerebro unineuronal enervaban mi supuesta intelectualidad. No podía soportar más de cinco minutos con ella cerca, pero tenía que hacerlo: su novio Edu era amigo de Adam. Y la verdad, hacían buena pareja: huecos, pseudo-fashionistas, desubicados, inmaduros... eran una desafortunada antítesis de lo que Adam y yo aspirábamos a ser. Con Edu podía ser más tolerante, al menos era gracioso el tipo. Pero con Rochi no podía (no podíamos): cada vez que reía sin parar por cualquier tontería, cada vez que hablaba de como combinar lentes de sol con ropa de verano, cada vez que adoptaba una pose de niña pequeña para que Edu le compre algo, cada vez que relataba cómo se pasaba el día durmiendo, o viendo TV, o pintándose las uñas, quería arrancarme ojos y oídos para no tener que percibirla cerca (también habría tenido que arrancarme la nariz, para no oler su invasivo perfume).
Con el tiempo y gracias a tantas doble-citas forzadas, pude descubrir el lado bueno de Rochi. No era tan mala después de todo, se podía conversar largo y tendido con ella y no aburrirse (claro, una vez superadas las ansias de salir corriendo de ahí), podía guardar bien un secreto, fue mi gran cómplice más de una vez, brindaba ayuda a quien lo necesitara y tenía un buen corazón.
Sin embargo hubo un defecto que jamás pude perdonar en ella: era una mujer sin mundo. Rochi no trabajaba (el último trabajo que tuvo le pareció "demasiado exigente" así que renunció, pese a cuánto le había costado a Edu convencer a Adam de que la recomendara), no estudiaba (estaba matriculada en una universidad cuchifacienta en un programa a distancia al cual nunca asistía a pesar de que las clases eran solo los sábados y domingos), no tenía ningún pasatiempo digno (no le avergonzaba admitir que dormía todo el día o se la pasaba encerrada en su cuarto con el tele encendido depilándose, probando distintos estilos de maquillaje, hablando por teléfono, etc) y todo, absolutamente todo se lo pagaba Edu: el gimnasio, los gustitos, las salidas, las visitas al doctor, al dentista, la ropa... todo.
Me era imposible tenerle respeto a Rochi al 100%. En algún momento llegué a pensar que tal vez le tenía envidia, después de todo (y dejémonos de tetudeces) a qué mujer no le gustaría llevar una vida tan fácil y despreocupada. Pero luego, pensando más consecuentemente, pude predecir con certeza lo que a Rochi se le estaba por venir.
Rochi se quería casar y ya. Edu, no tanto. Trató de postergarlo lo más que pudo hasta que un día y gracias a un test de embarazo no pudo decir más "el próximo año, amorcito". A nadie le extrañó que esa fuera la forma en la que finalmente terminaran atando el nudo, y más de uno sospechó que quizás Rochi había puesto gracia en la jugada antes de que se le fuera el tren. No hubiera sido nada raro en ella, para ser sincera, pues sus ansias por casarse eran evidentes, hasta el punto de poner ultimátums frente a todos o pelearse en público con Edu por esa razón.
Así Rochi pasó, de manera forzada, a formar parte de una familia que no le tenía respeto por la misma razón que yo. Para ellos, esa rola de "no has perdido un hijo, sino has ganado una hija" no sonaba tanto como "no has perdido un hijo, aún lo tienes, y ahora viene con una sangrona de regalo". Rochi y Edu se mudaron al segundo piso de la casa de los papás de él, quienes aceptaron a la recién formalizada parejita con el gusto de quien se entera de ese cáncer inoperable que no te matará, pero te hará retorcer de dolor de vez en cuando.
La tensión se podía cortar con un cuchillo en el ambiente esas primeras semanas. Rochi, con su imaginaria superpanza de tres meses de embarazo, se negaba a mover un dedo en casa mientras Edu iba a trabajar, y las fricciones entre ella y su suegra no eran expresas, pero sí una bomba a punto de explotar. Rochi no se paraba ni para tender su cama. Y luego, cuando la panza realmente creció, sus imaginarios malestares eran innumerables, y llamaba cada cinco minutos al trabajo de Edu para quejarse, quien, ciego enamorado, se peleaba con su mamá por no brindar los cuidados que su frágil esposa requería. Era una situación para morirse. Luego nació el bebé. Y con él, las ganas de Rochi de volver a socializar. "Ahora ya puedo" decía sin reparo alguno, mientras entregaba el bebé a Edu con una carita de puchero para que bajara a pedirle a su mamá que lo cuidara mientras ella iba a tomar un café con sus amigas. La abuela chocha no podía decir que no, y de nada hubiera servido, pues Rochi era inmune a cualquier mirada recriminatoria. Las peleas entre Edu y Rochi empezaron a hacerse más frecuentes. Edu no estaba dispuesto a tolerar más, y Rochi no sentía estar haciendo nada malo. Edu puso las cartas sobre la mesa: o funciona o no funciona, y como soy yo quien paga por todo, funcionará a mi manera. Rochi aceptó.
Hace algunos días viajamos a visitar a Edu y Rochi después de casi un año sin verlos y de una mera comunicación por Internet. Lo que vi me impactó. De la chica fashion que conocía no quedaba nada: una mujer engordada, mal vestida, desaliñada, sucia, despeinada, ojerosa y con la cara grasienta salió a saludarme con la misma voz de niña hueca que recordaba. Pude verla en su papel de ama de casa, que más parecía sirvienta de Edu por como éste le hablaba. Recibía órdenes sin "por favor" incluído, corría de aquí para allá atendiendo al bebe, levantando platos, trayendo limonada a los invitados, buscando lo que fuera que Edu le pidiera, y en más de una ocasión, fue muda víctima de las bromas de Edu, quien se burlaba de su falta de instrucción y su poca esperanza de algún día obtenerla. Si se le hacía una pregunta, Edu la interrumpía o respondía por ella. Horrizados, no atinábamos a adaptarnos a esa nueva situación, ni a reaccionar de una y otra manera ante lo que veíamos: eran tan distintos, eran tan patéticos los dos.
Ese día fue mi epifanía. Ese día recibí mi vacuna. Tiempo al tiempo, es mejor hacer las cosas con calma para que salgan bien, sobre todo si van a durar tanto como una vida entera, o si las consecuencias de que salgan mal pueden ser tan catastróficas.
6 muestras de empatía:
hola, eres una de las finalistas del concurso "ayuda a la mujer de mundo"....debes postear en tu blog y poner el enlace del concurso para que puedan votar por ti...:D
http://mujeres-demundo.blogspot.com/2009/07/finalistas-del-concurso-ayuda-la-mujer.html
En serio!!! qué chévere, wow, que honor solo ser nominada... gracias!!
YA SABEN GENTE, A VOTAR!!! ;)
Ya entré y vote por ti eh!!! interesante solución... besos espero que nos sigamos leyendo....
Que triste haber terminado asi:
Pero por la vida hueca que llevaba tampoco se aspiraba a mucho y como dijiste solo habia dos opciones, aunque ninguna de las dos fuera realmente buena para ellos.
Por cierto. Felicidades por tu nominacion!
Gracias!!! estoy feliz porque hasta ahora voy ganando :) las votaciones son hasta el jueves, así que ojalá me mantenga arriba con los votos!
Felicidades por haber ganado! Me gusta mucho lo que publicás en tu blog, aunque la letra haya que remarcarla para poder leer :P. Lástima la vida infeliz que lograron estos dos, la vid ate enseña que a veces hay que attina rpor má sy no conformarse, podría sterminar mal :P.
Te sigo, estoy de acuerdo con vos en muchas cosas, un saludo^^.
Barby~
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