sábado, 25 de abril de 2009

Karma

Todas las mujeres somos coquetas. Algunas a flor de piel, otras muy en el fondo, pero todas lo somos. A todas nos alhaga sentir las miradas encima, voltear cabezas por la calle, escuchar un silbido dirigido a nuestra persona. Me tomo la libertad de hablar en nombre de mi especie por una sola razón: lo he comprobado. Me juré anticoqueta durante años, y me sentía orgullosa de ello. Me importaba poco lo que el sexo masculino pensara de mí, salvo que se tratara de Adam o de mi papá. Incluso sentía fastidio cuando alguien me hacía ojitos o se me acercaba con claras intenciones de "conocerme más"... los cortaba en one y automáticamente se ganaban mi repelente desprecio. Con los años, eso cambió.

Ahora el hecho de que Adam no vaya a estar en un lugar X no es suficiente para que no salga bien maquillada, vestida, perfumada y atractiva a la vista. Sí, sí... también lo hago por mi misma, pero ¡venga mujeres! sabemos bien que un ego bien alimentado es lo mejor para el autoestima. Ahora me complace ver que alguien me ha notado y me está mirando más de lo normal. Tampoco es que le dé pie a algo más, pero me gusta ese juego del "mírame que te estoy mirando" y reirme con mis amigas del hecho. Ahora me doy el gusto de escuchar las tímidas indirectas de algún prospecto a admirador que se atrevió a acercarse, y mirar placenteramente su cara de decepción al decirle: Sorry, pero estoy con alguien. No me culpen, soy mujer.

Ayer fui al gimnasio con Polly, una compañera del trabajo. Polly y yo siempre nos hemos llevado bien y nuestras conversaciones son usualmente amenas. En algún momento hemos llegado a puntos confidenciales, aprovechando la cómoda situación de poder contarnos todo la una a la otra con la seguridad de que no le contará nada a nadie por lo poco que nos importa los asuntos de la otra en el fondo, intercalado con el afán de conversar con alguien que te cae bien y cuya compañía te parece agradable. Esta simpática pseudo amistad empezó el año pasado, cuando Polly se inscribió en una clase de spinning al gimnasio al que yo voy, y resultó ser mi clase. En fin, ayer fuimos al spinning juntas.

Sentada yo en una bicicleta, contando los minutos hasta terminar mi calentamiento, escuché a Polly a mi costado diciendo: Lo, hay un chico buenazo sentado detrás de ti. Miré hacia adelante y pude ver su reflejo a través del espejo del salón. Era un bellísimo espécimen de unos veintipocos. Efectivamente, era un Adonis. Y se había sentado en la bicicleta de atrás. Por alguna estúpida razón, me empecé a sentir nerviosa. Más autoconciente de lo normal. Y de nuevo Polly: Qué roche Lo, cuando empiece la clase él va a tener todo tu trasero en su cara. No importa, tengo un lindo trasero, respondí, sorprendiéndome a mi misma con mi súbita manera de consolarme ante lo inevitable. Recuerdo cuando inicié mi entrenamiento y escogí ese horario porque todas las que asistían eran mujeres y no quería que ningún hombre me viera horrible y sudorosa. Y ahora tenía al chico nuevo, guapísimo, y sentado justo detrás de mi. Genial.

Empezó la clase. Tal vez se canse y se vaya antes de que termine la hora, pensé, después de todo es nuevo. Pero resultó ser bastante atlético y aguantó bien el ritmo de entrenamiento. Te está mirando, escuché decir a Polly, quien me sonreía como quien espera que su amiga aproveche la oportunidad en su nombre. Y yo solo le pedía a mis glándulas sudoríparas que solo por esta vez dejaran de funcionar. Seguí pedaleando. No podía mirar al espejo. Generalmente me miro pedalear durante clase, pero esta vez intenté mantener los ojos en el piso. Cruzamos miradas cuando dejé de intentar, y él sonrió. Me sentí como una chiquilla de secundaria.

Terminada la clase, Polly se acercó. Si te viera Adam se muere, me dijo burlonamente. Y con eso me trajo de un jalón al planeta. Sintiéndome un poquito cochina y pecaminosa por mi inocente flirteo, no pude evitar pensar que tal vez Adam hace lo mismo. Y me molestó. Tal vez Adam coquetea con alguien de su trabajo, o de algún otro ambiente que frecuenta, tal vez es él quien le sonríe inocentemente a alguien más a través de un espejo, tal vez también se siente autoconciente y nervioso cuando un atractivo ejemplar del sexo opuesto se le sienta cerca. En realidad estaba molesta conmigo misma. Por tonta, por desubicada, por simplona.

Polly interrumpió mis cavilaciones con un "ahí viene". Adonis se estaba acercando, alto, firme, echándose el agua de su botella en su cabello alborotado, secándose con una toalla y luciendo increíble. Pero ya no me importaba, no quería que Adam coqueteara con otras chicas, y yo no quería coquetear con nadie más. Sentía que el karma me la iba a devolver como ya lo he hecho en otras ocasiones. Soy celosa, sí, lo estoy descubriendo, y quiero ser solo yo quien acelera las hormonas de Adam. Lo justo entonces es que solo sea él quien acelere las mías.

Vi llegar a Adonis adonde estábamos mi boquiabierta amiga Polly y yo. Lo miré con la indiferencia de una chica que está satisfecha con su relación y no necesita nada más. Perdón señora, dijo, haciendo ademanes para intentar pasar entre las bicicletas y yo. Mis horrorizados 27 años respondieron: Sí, pase.

martes, 21 de abril de 2009

Lapsus brutus

Sé que he criticado múltiples veces a Adam por su innata habilidad para hacerse el huevón y comportarse como idiota. Pues, digamos que dichas aseveraciones no siempre han sido del todo justas. Sí, es cierto, cuando Adam mete la pata realmente se luce, pero en momentos de crisis sabe siempre qué hacer y cómo mejorar las cosas. Esa aparente indiferencia que siempre me enoja de pronto se convierte en una asertiva calma y mente fría para enfrentar situaciones y resolver problemas aparentemente irresolvibles. Tomemos por ejemplo los últimos días en que me transformé en alguien emocionalmente patético y físicamente lamentable. Adam supo como manejar la situación a pesar de que en algún momento lo tildé de insensible. No tuvo que hacer mucho, solo aguantarme. Paciencia, mucha paciencia, sé que puedo ser enervante a veces.

Ayer, mientras tomaba una ducha, Adam usó mi laptop. Cuando me vio salir del baño, cerró el lid. Al ver su reacción, imaginé lo peor. ¿Por qué cerró el lid al verme? ¿Había algo que no quería que viera? ¿Tiene algo que ocultar? ¿Me está engañando con alguien? ¿Una vez más? Mi mente empezó a correr a mil por hora, y cuando empieza nada la para. Mientras me vestía, imaginaba a Adam sosteniendo una apasionada videocharla con alguna aspirante a estrella xxx de Portugal, quien estaba totalmente encantada con ese chico de ojos inocentes y mente perversa, y dispuesta a enseñarle lo que fuera que él pidiera. O tal vez se había contactado con la holandesa esa, le decía que la extrañaba, que quería verla, que se estaba aburriendo de mí, que quería volar a su lado. O tal vez estaba viendo porno, sí, fotos, videos, historias, zoofilia, S&M, milfs, travestis... Salimos a cenar.

Me pasé toda la cita escuchándolo hablar sobre su trabajo, su trabajo y su trabajo. Si no fuera mi novio ciertamente habría gritado NEXT. Sin embargo, lo que hablara era poco importante, mi mente seguía pensando en cuando cerró el lid. Llegamos a casa, él agotado de comer y hablar, y yo agotada de pretender que no me pasaba nada. Nos fuimos a dormir y nunca se toco el tema.

A la mañana siguiente, me llevé la laptop al trabajo. Al abrir el lid me di con una chocante sorpresa: Adam había dejado abiertos su messenger y su correo personal. Era la oportunidad de oro, ahora podía saber qué había estado haciendo mientras yo me bañaba tranquilamente, ahora podía salir de dudas, ahora podía saber la verdad.

Ah... la verdad. ¿Es siempre bueno saber demasiado? Hay verdades que una no quiere oir, verdades totalmente inocentes, que no representan en concepto ningún tipo de amenaza para una relación, a menos que se sepan y se conviertan en alimento para la paranoia. Digamos, un día al salir del trabajo me encuentro con un ex (recordemos que con Adam ya llevo casi 10 años, por lo que cualquier ex es en realidad una pseudo relación de los tiempos mongos de la adolescencia), conversamos un rato, intercambiamos números y correos ("para mantenernos en contacto"), nos despedimos y chau. Totalmente inocente. Y probablemente Adam actuaría como que no le importa si lo llegara a saber, pero inevitablemente empezaría el interrogatorio: ¿y de qué hablaron? ¿y cómo así se encontraron? ¿tú dónde estabas? ¿y qué hacía él por allá? ¿y para qué intercambiaron números? ¿y correos? ¿vas a chatear con él? etc etc etc... No es recomendable ser 100% sincero en una relación... ¿o acaso si tu novio te confiesa que hoy en el trabajo estuvo junto a sus amigos mirándole el trasero a una chica lo vas a felicitar por su honestidad?

Y bueno, volviendo a la laptop, estaba yo en la disyuntiva de no saber si debía o no debía aprovechar esa oportunidad envidiable que a pocas se nos presenta. ¿Realmente estaba preparada para saber tanto? Tener acceso al correo personal de Adam era tener acceso a su mundo. Y utilizar su messenger... conocer su interacción ciber con las personas... era demasiado bueno para rechazarlo. Así que lo hice, ¡sí, lo confieso! lo hice: entré al correo de Adam y me conecté al messenger en su nombre. ¿Y qué descubrí? ABSOLUTAMENTE NADA.

Cambié su estado a "conectado" en Messenger y esperé. Nadie me escribió. Así que probé escribirle a alguna conectada cuyo nombre me sonara sospechoso o poco conocido. "Hola Adam, ya recibí los papeles que te pedí, gracias por tu eficiencia" fue la respuesta que obtuve de bellapasion_2006. Era una de sus colegas. Después de veinte minutos de recibir respuestas como "Hola, qué milagro conectado, nunca te veo por acá", "Que tal brother, ¿cómo está Lo?", "Primito, a los años" y (esta fue mi favorita) "Sr Paisley, cómo le va, no sabía que Ud. usaba Messenger" caí rendida en la cuenta de que por esos lares Adam era un total extraño. Así que pasé a su correo. Sí, lo sé, fue estúpido, intromisorio, invasivo e irrespetuoso, pero no pude evitarlo, tenía que encontrar algo, no sabía para qué, pero tenía que hacerlo. Y de nuevo no encontré nada. Cadenas enviadas por contactos, actualizaciones de la asociación de exalumnos, informes laborales, correos de familiares, confirmaciones de suscripción a boletines en línea, fotos intercambiadas con colegas y amigos cercanos... eso fue todo lo que encontré. Ni un solo mail incriminatorio, ninguna portuguesa tetona enviándole besos, ninguna holandesa arrimada recordándole travesuras, ninguna página porno invitándolo a soltar sus secretos de cama. Nada.

Primero me sentí satisfecha. Luego me sentí estúpida. ¿Cómo pude haber desconfiado tanto de Adam para llegar a ese punto? Había pasado un total de dos horas averiguando nada. ¿Cómo pude haber sido tan entrometida, invadir su privacidad de esa manera? Dos horas... desperdiciadas. No por no haber encontrado nada, sino por haber sido mentalmente incapaz de tan solo confiar. Después de todo, Adam ya se está portando "bien", ya no da razones de queja, y ahora estamos más cercanos que nunca... y yo le hago esto... Pensé en contarle todo y disculparme por haber sido tan paranóica e irracional. Pero recordé mi teoría: no todas las verdades son bienvenidas en una relación.

sábado, 11 de abril de 2009

Poco a poco

El proceso de sanación y olvido empezó en Jueves Santo:

Miré por última vez las mediecitas que tenía guardadas en un cajón, lloré por quince minutos y las volví a guardar bajo llave.

No me quedé callada. Hablé con Adam, le dije cómo me sentía, le hablé de mis temores y lo escuché hablar también. Lloramos juntos, me abrazó, lo abracé. Y prometimos no llorar más.

Me mantuve ocupada, me puse al día con los pendientes que habían quedado en el trabajo por mis tres días de ausencia, me rodeé de papeles y me pasé un día entero entre ellos. Fue una bendición.

Redecoré mi habitación. Saqué de ella todo lo que hacía tiempo ya no servía: ropa, zapatos, cuadernos, papeles y se los regalé a la señora que limpia las calles de noche. Liberé espacio, limpié todo, hasta el último rincón. Y finalmente moví los muebles a mi gusto.

Me concentré en mí. Me di duchas largas (lo siento planeta, solo por esta vez), me arreglé el cabello, me hice un facial, pedicure y manicure.

Recibí el cariño de mamá y papá, pasé más tiempo con ellos, escuché sus consejos, opiniones, consoladoras palabras, caricias en la cabeza, comprensión ilimitada, empatía a borbotones.

Redescubrí mi gusto por la música indie. Reorganicé mi iPod.

Jugué con mis perros como si fuera una niña de 6 años. Me comí una super hamburguesa en la cena junto a Adam.

Me concentré en no pensar.

Pero lo que pasó aun no pasa.

miércoles, 8 de abril de 2009

¿Por qué?

Siempre se habla de sentimientos encontrados y confusión emocional, pero recién en los últimos días he aprendido el significado de ambos. He llorado ríos durante horas para luego sentarme muda a ver TV mientras me como un sandwich, me he afligido mientras tocaba mi vientre vacío para luego escuchar con atención los chistes de Adam, he torturado a mi corazón escuchando Slipped Away de Avril Lavigne para luego concentrarme en la lectura de alguno de mis blogs favoritos. Más de una vez mientras las lágrimas corrían por mi rostro, empezaba a pensar que quizás no era para tanto y debía ya empezar el proceso de sanación y olvido. Más de una vez mientras me distraía con algo en particular, me detenía para pensar que quizás debería estar más triste y menos indiferente a lo que me acababa de ocurrir. Es difícil sentirse de lo peor y no saber como lidiar con ello.

Sin embargo hay algo que ambos altibajos emocionales tienen, y es el inquisitivo por qué. ¿Por qué me sucedió esto? ¿Por qué a mí? ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué ahora? ¿Por qué así, tan pronto? ¿Qué pasó? ¿Qué hice mal? ¿Qué pude haber hecho para mejorarlo, rescatarlo, no perderlo? ¿Por qué merezco que me pase algo de esta magnitud? ¿No me ha pasado suficiente ya?

Dicen que Dios nos da una cruz tan grande como podamos cargarla... pues ciertamente Él espera mucho de mí. Estos doce meses han sido para el olvido, desde mayo del año pasado hasta este horrible abril. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Alguien dirá que es lo mejor, que no era la hora, que todo pasa por algo. Pero las palabras resbalan como agua en este momento, no hay nada que me haga sentir mejor ni peor, pues estoy en un estado en el que solo el tiempo puede cambiar lo que estoy sintiendo. Esta fue mi cruz este año, esto es lo que deberé ahora aprender a superar. Y sigo preguntándome una y otra vez... ¿por qué?

¿Qué debo hacer ahora? ¿Pretender que nunca pasó? ¿Que nunca hubo nadie en mi vientre? ¿Que nunca nadie estuvo destinado a llamarme mamá? Solo me queda esperar... Han pasado cinco días en los que no he trabajado, he sangrado, he llorado, y he permanecido en estado estático impensante y medio vegetativo en un doloroso intento por no sentir nada. Pero las lágrimas siempre llegan.

Miro a Adam y sus ojos de impotencia, de no saber qué hacer o qué decirme, de quizás estar un poco harto, un poco cansado, un poco con ganas de ya seguir adelante. Y quiero hacerlo, no quiero convertirme en esas mujeres que se vuelven una carga emocional para cualquiera que tengan cerca, pero es tan, tan difícil. Este es el tipo de cosas para el cual una nunca está preparada.

Ya le iba a cambiar el color al blog, le iba a poner flores, osos, pajaritos, chupones, iba a abrir una nueva temporada... pero algo me dijo espera, no te apures, espera. Y pasó lo que pasó. Es un dolor que solo siendo mujer se puede entender, y aún así, solo pasando por ello se puede llegar a comprender por completo. Es físico, es mental, es corazón roto, es ilusión perdida, es sueño destrozado, es cada contracción recordándote que hubo algo que pudo ser y que ahora no es nada, es cada gota de sangre haciéndote imaginar lo que estuvo dentro de ti y que hasta nombre tenía. Es un via crucis personal, caer no tres sino solo una vez sin poder levantarte, sin que nadie te ayude, sin que nadie te limpie el rostro, sin que nadie llore por ti. Es un clavo en el pecho, es una espada en el vientre. Es un sufrimiento dificil de describir.

Gracias a todos por su empatía, el cariño se siente. Y si hay alguien ahí afuera que ha pasado por esto, dígame por favor, cómo hago para ya no sentirme así.

lunes, 6 de abril de 2009

En las buenas y en las malas

Lo que viene a continuación son párrafos rescatados de una carta escrita por Adam el fatídico sábado por la tarde.

Querido bebé:

Mamá y yo estamos muy asustados. Algo pasa y no sabemos qué, pero sabemos que no es bueno y que no es normal. Hemos contactado al doctor, quien nos sigue pidiendo que nos calmemos. Pero es imposible. Como padres primerizos, no podríamos estar más nerviosos. Mamá se ha pasado todo el día postrada en cama conmigo sosteniendo su mano y siendo su enfermero particular, y hemos rezado juntos para que todo salga bien.

¿Sabes? Estuve muy nervioso al principio. La noticia me cayó como un baldazo de agua fría, y realmente no me lo esperaba. Me pasé días pensando en qué tenía que hacer ahora, y en cómo nos cambiarías la vida. Me sentí como si me hubieran lanzado al campo de batalla con solo una navaja en mano para defenderme, pero eventualmente descubrí que las cosas no tenían por qué ser tan difíciles y empecé a disfrutar la idea de tenerte con nosotros. Anoche soñé contigo, te vi en mis brazos y te parecías mucho a tu mamá. A ella le da igual si eres varón o mujer, pero yo quiero un machito. Ya hasta te escogí un nombre, y espero que te guste porque me pasé toda la tarde buscando uno bueno. Solo por precaución, también te escogí uno en caso seas mujer.

Mamá está radiante, pero preocupada. Se alegró mucho cuando se enteró de ti, y ahora teme que eso cambie. Estas seis semanas a tu lado han sido las más dichosas de su vida. Mucho me temo que casi se las arruino en algún momento, pero ella entiende como soy a veces. Mamá ha pasado por muchas cosas y la mayoría ha sido por mi culpa. Tú eres mi forma de decirle cuánto la amo y mi nueva oportunidad de hacerla feliz. Los tres formaremos una familia, y un nuevo capítulo en nuestra historia empezará. Esta vez contigo.

Estoy preocupado por mamá. Por ti también, pero más por mamá. Se queja mucho, tiene mucho dolor, y sangra profusamente. Ya perdió las esperanzas, y sinceramente, yo también. Hicimos todo lo que pudimos, todo lo que debimos, todo lo que nos indicaron. Pero ella no deja de sangrar, y las contracciones la retuercen en la cama. No sé qué hacer por ella, me gustaría poder tomar su lugar.

Querido bebé, el doctor nos acaba de dar la noticia de que ya no estás ahí. Mamá está llorando y le tendrán que hacer un legrado para borrar todo rastro de tu presencia. Está desconsolada y no sé cómo calmarla. Ha llorado toda la tarde. No sé qué hacer o qué decir para hacerla sentir mejor. Teníamos muchas ilusiones contigo, y te hemos perdido. El doctor solo nos dice que la naturaleza suele ser así de cruel a veces, y que no queda más que aceptarlo. Pero el corazón de mamá está roto una vez más, y el mío también. Verla así me parte el alma en dos, y me hace llorar de impotencia pues no puedo ayudarla. Está triste, no hay otra palabra para describirlo, aunque creo que tal término le queda corto a lo que realmente siente. Y yo ya me había empezado a encariñar contigo, ¿qué hago ahora?

Adios, bebé.

sábado, 4 de abril de 2009

Hematofobia

Pongámonos íntimos (una vez más). El viernes apareció sangre en mi ropa interior. Me asusté, pero intenté no prestarle atención. Según dicen, las manchas sanguinolentas suelen ser comunes durante el embarazo, y no deben causar preocupación mientras no sean abundantes y no estén acompañadas de dolor abdominal. Y dolor siempre he tenido. Intenté reposar pero el trabajo no me lo permitió y estuve en inevitables correderas todo el día. El dolor aumentó, y en la noche, horror, más sangre.

No tenía forma de contactar a Adam. Los viernes asiste a un curso de especialización, y suele apagar su celular mientras está en clase. Llamé al doctor. Recuerda que tu embarazo en realidad no está confirmado, me dijo, tus niveles de HCG se mostraron bajos en el análisis que te hicimos, y no se pudo ver el saco gestacional en la primera ecografía intravaginal, y aunque tu endometrio estaba engrosado, bien podía tratarse de una menstruación a punto de venir. De todas maneras, agregó, aunque bajos, tus niveles de HCG daban un resultado positivo, así que continúa tomando tus pastillas de progesterona, reposa bastante, hazte un examen de sangre mañana sábado para ver qué sale esta vez, y nos vemos en consulta el lunes. No te alarmes, sugirió, reposa mucho, no hagas esfuerzos, y tranquila.

No pude estar tranquila. Cada dolor, cada punzón, cada pequeña sensación de que algo bajaba me colmaba los nervios. Cuando finalmente pude contactar a Adam y darle la alarmante noticia, se asustó también. Me conmovió verlo preocupado, sentir algo en común por primera vez. Es mi hijo, afirmó, me importa él y me importas tú. Estamos juntos en esto. Fue reconfortante no sentirme sola bajo esa situación.

Esta mañana no sangré más, pero el dolor se ha hecho más agudo. Sigo reposando, llevo 17 horas sin levantarme de la cama. Sigo asustada, y Adam también. Impotente no sabe qué hacer para ayudar a sentirme mejor. Para mi, la epifanía empieza a ser evidente; tal vez no esté embarazada después de todo. Tal vez mi período está a punto de bajar. Y con asombro escucho a Adam decir que ya se estaba enamorando de la idea de tener un hijo. Que sea lo que Dioos quiera, en eso coincidimos; si no estoy embarazada, pues por algo será, y si lo estoy, esperemos que el bebé esté bien.

Juntos en las buenas y en las malas. Y ahora, más sangre.