miércoles, 25 de febrero de 2009

Bella durmiente muere por sobredosis de Valium

Anoche tuve una pesadilla, la misma que he tenido tantas veces. Estaba yo en mi cama, despierta, sin poderme mover. Con los ojos abiertos podía ver mi habitación, borrosa, oscura, con una única luz proveniente del televisor prendido, al cual no podía escuchar. Sólo oía gruñidos, ruidos extraños, como susurros lúgubres tratando de asustarme. Y en el pecho sentía una presión fuerte, como si tuviera algo pesado encima. Quería gritar, quería saltar de la cama, quería llamar a Adam. Pero ningún sonido salía de mi boca, la cual abría inútilmente. Estuve así durante largos minutos, durante los cuales recé y maldije mentalmente. Recé pidiendo ayuda, y maldije a lo que creí que me atacaba mientras le gritaba "fuera de aquí" en mis pensamientos. Cuando finalmente pude "liberarme", di un salto y permanecí sentada sobre mi cama con miedo a dormirme otra vez. Hasta que el sueño me venció y amanecí en una mañana lluviosa pero tranquila.

Para quienes no lo saben, este es un típico episodio de parálisis del sueño, el cual he tenido desde la adolescencia pero durante años no lo había vuelto a padecer. Verán, nuestro cerebro tiene la normal función de paralizar nuestro cuerpo mientras estamos durmiendo, a fin de que no escenifiquemos nuestros sueños en estado inconsciente (lo cual no funciona, por ejemplo, en los sonámbulos). Y sucede a veces que bajo ciertas circunstancias, la persona puede entrar a un estado consciente mientras su cuerpo aún está paralizado, ante lo cual experimenta las alucinaciones visuales y auditivas, y la sensación de inmovilidad que relaté. Dichas circunstancias pueden ser la ingesta de ciertos medicamentos, o el lamentablemente famoso stress.

O tal vez, como creen en algunas culturas ancestrales, se me estaba tratando de meter un muerto (no sé ustedes, pero yo prefiero la explicación científica).

Sí, estoy estresada. Estoy harta, estoy cansada. Estoy metida en una situación de la cual no sé cómo salir. Se me va el verano y no disfruté la playa. Se me fueron las vacaciones y me las pasé llorando encerrada en casa. Se me irá la vida y seguiré preguntándome en qué momento se jodió todo. ¿Es tan difícil empezar de cero y pretender que nunca nada pasó?

Nunca se deterioró la relación, nunca le fui infiel a Adam ni el me fue infiel a mí. Nunca me enteré de nada, nunca nada me dolió. Nunca nos peleamos, nunca terminamos. Nunca nos pusimos en plan de guerra, nunca quedamos públicamente en ridículo ni hicimos alguna escena. Nunca nos alejamos, nunca llegamos a pensar que no damos para más. Nunca asistimos a terapia, nunca nos rendimos. Nunca lloré por ya no saber qué hacer. Nunca tuve pesadillas ni contemplé la posibilidad de dormir eternamente a pesar de ellas.

viernes, 20 de febrero de 2009

Ese secreto que tienes conmigo...

Esta historia jamás ha sido contada. Es un secreto que Adam y yo hemos guardado durante años. Es la única cosa de la que estoy segura, aquello que sé que Adam jamás revelará y cuidará con tanto recelo como yo. A pesar de los años, a pesar de los problemas, a pesar de las miles de situaciones buenas y malas que hemos atravezado juntos, eso jamás saldrá de nuestras bocas.

Hace años hicimos lo impensable, y ese día juramos nunca más hablar de ello. Nunca, sin excepciones, ni siquiera frente a una sicóloga más loca que los dos juntos. Ni siquiera es necesario recordar el uno al otro que ese secreto no debe ser revelado bajo ninguna circunstancia. Ambos lo sabemos, en una especie de acuerdo inconsciente que ni siquiera requiere una mirada que lo traiga a la memoria, un pellizcón disimulado, una patadita bajo la mesa, un sssshhhhh... nada. Adam y yo sabemos que eso que pasó no pasó, aunque sí haya pasado.

Durante años hemos sabido guardar nuestro secreto, y nunca nadie ha sospechado nada. Ni siquiera las personas más allegadas a nosotros. Ningún mejor amigo o amiga, ningún pariente, ningún acompañante de noches ebrias, nadie nunca se ha enterado de eso que solo Adam y yo sabemos.

¿Y es que en realidad es tan terrible? De eso no hay duda. Algún día el karma nos devolverá el favor (en caso no lo haya hecho ya) y ese día sabremos que tan alta era nuestra deuda con el universo. Ese hecho nos cambió la vida, nos partió la historia, nos abrió los ojos ante nuestros propios límites, nos cagó. Nunca volveríamos a ser los mismos después de eso, de pronto nuestro tiempo juntos se dividió en "antes de" y "después de". Antes de nuestra historia de horror, un periodo tan corto, tan tranquilo, tan inocente. Y después de ella, que ha durado hasta nuestros días.

A veces temo que algún día yo no aguante y grite a los cuatro vientos nuestro cuento siniestro como tratando de espectorarlo, escupirlo, eyacularlo, echarlo hacia afuera y quedarme limpia y satisfecha. Pero luego recuerdo que no, es nuestro secreto, ese que no puede ser revelado, ese que nos ha acechado durante años en silencio. Puedo creer a Adam capaz de muchas cosas, pero no de revelar nuestro oscuro día de diciembre.

No hay día en que no piense en ello, el día a día me lo recuerda una y otra vez, y no hay forma de averiguar si a Adam le pasa lo mismo, pues este tema no se menciona. Es el Voldemort de nuestro Hogwarts.

Esta historia jamás ha sido contada. Y jamás la contaré.

viernes, 13 de febrero de 2009

Guía para aspirantes a cachudas

Diez pasos para hacer que te saquen la vuelta sin enterarte
  1. Peléate todo el tiempo. Critícale todo: si llega tarde, si llega muy temprano, si no te llama, si te llama todo el tiempo, si trabaja demasiado, si es un vago... no le des chance para quedar bien contigo.

  2. Aléjalo de sus amigos. Si te dice que va a salir con ellos, pon el grito en el cielo hasta que se quede contigo. Ponle mil excusas, las mejores que puedan salir de tu cabeza: que sus amigos son unos mongos, que sus amigos son unos pendejos, que sus amigos no te pasan, que sus amigos quieren contigo. Todo vale.

  3. Célalo siempre. Hasta con su madre. Cuando lo veas conversando con una chica, ponle cara de poto hasta que se dé cuenta de que debe volver a tu lado. Cuando lo veas saludar a una chica, pregúntale quién es y por qué no te la presenta. Cuando lo veas mirar a una chica, dile que es un mañoso. Y si te critica tus celos, dile que es porque lo amas hasta que se la crea.

  4. Tenlo siempre cerca, como perrito. Y si se deja, ponle una correa. Si tiene una fiesta, que te lleve. Si tiene una reunión con sus patas, que te lleve. Si es el cumple de su jefe, que te lleve. Y si no te lleva, arma la grande. De la misma manera, llévalo contigo a todas partes. Invítalo a cada fiesta que haya en tu casa, en tu chamba, con tus amigas, incluso si la pega de desubicado ahí. Y si no quiere ir, arma la grande. Absórvelo. Presiónalo.

  5. Sácale la vuelta tu primero. Pero muestra arrepentimiento para que no se lo tome tan mal. Que sepa que lo quieres, pero que te sentiste sola, quisiste algo nuevo, fue un error, bla bla bla. Esta opción es infalible.

  6. Cuéntale a todas tus amigas lo hasta las huevas que es como enamorado. Y si puedes, dales paso libre para que lo critiquen también. Y si es en su cara, mejor. Cuéntaselo también a tus viejos. Si tienes contacto con sus amigos, cuéntales a ellos también. Es más, abre un blog y cuéntaselo a todos. Bájale la moral social lo más que puedas.

  7. Cuando se peleen, que sea con fuegos artificiales y todo. Así sea porque no quizo ver la película que tú querías en el cine. Grita, patalea, reparte manazos, tírale la cartera... sé creativa. No recomiendo una patada en los huevos, lo dejaría inhabilitado para el posterior sexo de reconciliación. Y con esto voy también a que la bipolaridad en ti es importante: cuando estés contenta sé la novia más tierna, enamorada y entregada del mundo, pero cuando te molestes, se la perra más conflictiva en la faz de la Tierra.

  8. No lo escuches. Si te quiere decir algo, algún problema que tiene contigo, no lo dejes hablar, cállalo de inmediato. Dile que no empiece con sus jodas, que si se quiere quejar que mejor piense primero en las cosas que él también hace, como respirar demasiado cuando duerme.

  9. Recíbelo siempre con quejas y más quejas. Nunca le digas las cosas buenas que tiene. La meta es bajarle el autoestima lo más que se pueda, hacerlo sentir como caca, que no te impresiona para nada, que te tiene cansada, harta, que te llega a la punta del clit.

  10. Y por último, recuerda: todo siempre debe ser y hacerse a tu manera. El no tiene voz ni voto para nada. La única que puede tomar decisiones eres tú, y él no puede ni opinar. Que te tenga miedo, que sepa que la jefa eres tú.

Todo esto lo aprendí en la primera sesión de terapia a la que asistí con Adam. Ahora resulta que fui culpable y sin saberlo. Chévere, no?

jueves, 5 de febrero de 2009

Analízame

Adam sugirió que fuésemos juntos a terapia de pareja.

Aunque Ud. no lo crea.

Y aunque Ud. no lo crea, dije que sí.

Después de días diciendo que no.

Es que da miedo.

¿Y si no nos gusta?

¿Y si nos cansa?

¿Y si uno se cansa antes que el otro?

¿Y si él se cansa antes que yo?

¿Y si no funciona?

Nos quedaríamos sin armas.

Ya no habría esperanza.

Ya no habría más que hacer.

Todo estaría perdido.

Definitivo.

Sería la despedida inevitable.

Ya ni pensar en volver.

Ya ni darle más vueltas al asunto.

Ir a terapia a estas alturas.

¡Qué rollo!

Seguro me echan toda la culpa a mí.

Ojalá que se la echen a él.

Por un lado, es chévere...

Que Adam haya tomado una iniciativa tan radical...

Es buena señal.

Antes de terminar matándonos.

Por otro lado, ¡qué deprimente!

Terapia.

Siendo tan solo enamorados.

Terapia...

Pero...

¿Y si funciona?

:)