Adam:
Me prometí a mi misma no hablar contigo y entregarte esta carta la próxima vez que te viera. Así que, si cumplí con mi propia promesa, en este momento has de estar leyendo esto a solas, mientras yo estoy en casa o en algún otro lado, esperando que esta carta cause algún efecto en ti. Hace tiempo que estamos mal, y eso no es noticia nueva para ninguno de los dos. Como dijiste alguna vez, nos llevamos pésimo. Razones hay miles, supongo. Pero para efectos de redacción, solo hay dos que me importan: tú y yo.
He tratado de analizar, aunque no lo creas y de nuevo me quites crédito por eso, las posibles formas en que yo he cagado esta relación. Tal "mea culpa" se extendió más de lo que hubiera deseado, calificándome a mi misma de "chica mala", tildándome de posible exagerada, culpándome por no dejar las cosas pasar rápido, por pelear demasiado, por ser neurótica y por no saber superar los problemas y, de paso, a mí misma. Llegué a verte a ti como aquel que me tenía santa paciencia, y que merecía el cielo por haber purgado sus pecados aguantando mis contínuos arranques. Pero la verdad no es tan radical y aquí viene la parte fea.
Sí, aunque no le haga bien a mi autoestima, debo admitir que sí, soy a veces la chica mala, exagero, no dejo que las cosas pasen rápido, peleo demasiado, soy neurótica y no sé superar los problemas ni a mí misma. Pero tú no eres ningún santo.
Paciencia me tuviste durante casi 10 años, pero ya se te agotó y eso fue mi culpa. En realidad, yo te agoté; después de todo eres humano, y ni siquiera Superman le aguantaría tanto a Luisa Lane. Cuando recuerdo algunos escándalos en particular que he hecho, me avergüenzo, y realmente lo lamento, discúlpame por las veces que he llegado a eso.
Sin embargo, con lo irracional que he sido muchas veces, todo siempre ha tenido una causa. Siempre ha habido un fosforito que encendía la mecha, haciendo la dinamita explotar. Pues si bien soy culpable por no saber hablar, tú eres culpable por constantemente dar motivos para que hable.
Tú y yo, en nuestra larga historia, hemos terminado y vuelto miles de veces. Y siempre tus promesas han sido las mismas. Y después de diez años, seguimos igual. Aún no tengo una relación cercana con tus padres, aún no eres considerado conmigo, aún no eres cariñoso conmigo, aún no dedicas tiempo de calidad a nuestra relación. Y sin embargo, son cosas que me has prometido más de una vez.
Debería pensar que nunca van a suceder, ¿no? Sería lo más lógico, el consejo cliché que cualquier mujer le daría a otra. Pero tú me dices que esas cosas toman tiempo (?) y me acusas de querer que todo sea a mi manera.
Así que este es mi último recurso: ponerte las cartas sobre la mesa, tratar de hacerte entender lo que yo veo. Sé que me amas, es lo que dices, y haces muchas cosas que sin amor no se harían. Pero tu amor se ha vuelto cómodo y sin esfuerzo. A tus ojos todo está bien mientras no me queje, mientras no te moleste (porque la verdad, quitando eso no te doy mayores problemas ¿o sí?), pero en realidad yo nunca estoy bien, pues esos "aún" que mencioné antes siempre están pendientes, siempre hacen acto de presencia de una u otra manera. Eres desatento conmigo, das la espalda a lo que me molesta, me ignoras, y no, no te esfuerzas. Esa es tu parte de culpa.
Uno se imagina que cuando se ama a alguien, se preocupa por que esa persona sea feliz a su lado. Por eso mucho me temo que lo que sientes ya no sea amor y no te has dado cuenta.
Yo de verdad me esforcé, Adam, intenté no pelearme tanto, no ser tan enojona. Pero de verdad a veces sentía que no tenía opción. No veía esfuerzo de tu parte, no veía cooperación, y me parecía injusto. Ahora ya no sé qué hacer, ni si vale la pena el intento. Sentirse sola es feo y yo ya llevo mucho tiempo sintiéndome así. Dime si no es irónico.
Se acabó la hoja, se acabó la carta, se acabó la historia... no estás obligado a responder.
Bye.